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Los hijos de la inmigración

Guerra al estigma de las bandas latinas

Las pandillas callejeras son un fenómeno que no solo se debe abordar desde la seguridad ciudadana. Sus líderes en Valencia quieren acabar «con los mitos» y exigen a la administración políticas de integración y juventud

Guerra al estigma de las bandas latinas

­Muchos llegaron cuando apenas levantaban tres palmos del suelo. Otro muchos han nacido en España. Sin embargo, sienten más amor por Ecuador o Colombia que por el país en el que viven. Se sienten señalados. Les encanta vestir con ropa amplia y escuchar hip-hop y reggaeton. Tienen menos de 20 años. Sus madres trabajan de sol a sol. Varios empleos y poco dinero en casa. Sus padres están en paro desde que llegara una crisis que ha hecho estragos en la construcción. Pasan muy poco tiempo en casa y demasiado en la calle. No van bien en el colegio. Así son, a grandes rasgos, los integrantes de las bandas latinas de Valencia. Así son los hijos de los inmigrantes que llegaron a España en busca de un futuro mejor y consiguieron reagrupar a sus familias. Sus hijos, hoy adolescentes, se unen a sus iguales. Así es más fácil conseguir la aceptación.

El fenómeno de las pandillas no es nuevo „skin head o neonazis, red skin o anarquistas pasando por la kale borroka del país vasco o por los grupos ultra de los equipos de fútbol„ pero desde principios del milenio se ha sumando la llegada de cientos de miles de inmigrantes jóvenes que ven en la pertenencia a una organización juvenil la posibilidad de reivindicar su espacio. Pero desde el minuto uno la fama les precede. Las bandas latinas se vinculan constantemente a la violencia y a actividades delictivas. Quieren quitarse el estigma, casi una misión imposible.

Delincuentes ha habido, hay y habrá; Dentro y fuera de las bandas latinas, o de las pandillas callejeras. Eso no significa que un Latin King, un Ñeta o un Trinitario sea, por defecto, un delincuente. O que estas agrupaciones juveniles se dediquen a la extorsión, al robo y a la droga. Mario Chanchay y Camilo Monsalve están dispuestos a acabar con esta imagen. No culpan a la sociedad. El desconocimiento es total. Nadie mejor que ellos puede explicar quienes son las bandas latinas en Valencia. Mario es el líder de los Latin King. Así, como suena. Camilo lo admira por decirlo sin tapujos y con orgullo. A él sí le da reparo decir que es un «LK». Cuando lo ha hecho, la mirada del que tenía enfrente ha cambiado. No están solos. Les acompaña Eduardo Béjar, uruguayo, activista y representante de la Plataforma Intercultural de la Inmigración, el paraguas con el que se protegen 26 asociaciones de extranjeros, incluida la de Mario y Camilo, la Asociación Cultural de Desarrollo y Emprendimiento (ACUDE).

Su discurso corrobora lo que la policía lleva diciendo desde hace unos años años: No hay bandas latinas en Valencia entendidas como organizaciones criminales. Sí hay bandas latinas de chavales que buscan la aceptación entre sus iguales. Ropa con unos determinados colores, normas internas, saludos cómplices. Sí, hay conflictos. Pero no por la defensa de un territorio, ni por controlar el tráfico de drogas. Se pelean porque la novia se fue con otro, porque insultaron a su madre o porque le quitaron el móvil a su hermano. Cuando el ocio se apodera del futuro hay que plantarle cara.

Por eso, Mario y Camilo llevan ocho años trabajando con los integrantes de las diferentes bandas para paliar los conflictos. Para que vayan al instituto „el 55% de la población inmigrante abandona los estudios durante la ESO„, para que eviten los problemas. Para que un delincuente, sea o no de una banda latina, no los capte en la calle y les ofrezca lo fácil: vender droga. Para que no haya muertos. Ese fue, precisamente, el detonante de la lucha: la muerte de un joven ecuatoriano, apuñalado por unos colombianos junto a la comisaría del Pont de Fusta. Ocurrió en 21 de enero de 2010. Fue el primer y único homicidio entre bandas latinas de la Comunitat Valencia. La maquinaria se puso entonces en marcha y ha dado buenos frutos. «Las bandas latinas están en paz, gracias al trabajo que realizamos, no porque teman a la policía. Muchos españoles trabajan con nosotros y han visto la discriminación que hemos sufrido, que seguimos sufriendo. Nosotros somos mediadores en los conflictos pero tras tanto trabajo no hemos tenido una repercusión real en la sociedad», aseguran.

Invisibles para el resto

Son invisibles a los ojos de la sociedad. Necesitan la ayuda de la Administración, por lo menos para que les proporcionen las herramientas necesarias para seguir trabajando con los chavales. Porque el fenómeno de las bandas latinas no puede abordarse solo desde la perspectiva de la seguridad ciudadana. Reivindican políticas de integración y de juventud. Y recalcan un mensaje: «Lo que no se gaste en integración se gastará en seguridad». «Aún estamos a tiempo, porque esta es la primera generación de inmigrantes, pero si siguen sin integrarse, si se sienten apartados porque la sociedad los excluye... puede que con la tercera o cuarta generación sí tengamos un problema como hoy en día lo tienen países como Francia», explica Eduardo Béjar.

Defienden, además, una integración «de ida y vuelta». «Nosotros tenemos que tener las formas, ganas y deseo de integrarnos, y los de aquí también deben encarar la recepción de nuevas personas. La gente ve a una abuelita en silla de ruedas, pero no ve a la boliviana que empuja la silla. Ella es invisible y se ha acostumbrado a relacionarse así. Tal vez no tenga papeles. Mejor pasar desapercibida», afirma Eduardo.

Llevan seis años trabajando con los chavales, pero necesitan «herramientas». No le piden a la Administración dinero ni ni subvenciones. Piden un permiso para poder utilizar las canchas deportivas que hoy en día están en desuso y un local o un espacio donde poder reunirse y realizar actividades «sin que tenga que venir la policía a identificarnos de uno en uno porque somos más de diez y eso ya hace saltar las alarmas. ¡Diez latinos en una cancha de baloncesto! Seguro que son delincuentes... Aunque estén bailando Break Dance... Pero en Valencia no podemos andar tres o cuatro personas juntas porque enseguida nos consideran ´banda´ y eso va unido a delincuencia... Estamos limpios y la policía lo sabe bien», argumentan.

Tienen muchos y muy diferentes proyectos: organizar competiciones deportivas entre bandas latinas „participaron en una experiencia similar, en Madrid, que fue todo un éxito„, actividades culturales (conciertos, cursos de baile...)„ cursos formativos (para poderles enseñar un oficio, sino quieren estudiar) „huertos urbanos (un lugar al aire libre donde poder cultivar), un mercadillo donde poder vender artesanía ... y la promoción de eventos donde se fomente la integración porque «tenemos que explicarle a los valencianos qué son exactamente las bandas latinas porque no lo saben y tienen miedo... Pero es por desconocimiento. A nosotros, los latinos sí nos conocen. El resto de la sociedad es la que no nos ve». Este es, pues, un comienzo.

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