Los casi mil vecinos de las urbanizaciones evacuadas por culpa del incendio de Carcaixent empezaban ayer a regresar a sus casas. Fueron desalojados entre la noche del jueves y la del viernes por el incendio que en algunos casos llevó a los propietarios de las viviendas a luchar con sus propios medios contra el fuego.

Marga, una vecina de Aigües Vives, se lamentaba, en conversación con Levante-EMV, de que los servicios de emergencia tardaran casi tres horas en actuar y ordenar la evacuación. «A las seis (de la tarde del jueves), muchos vecinos subimos a la parte alta de la urbanización y vimos que el fuego se acercaba pero nadie venía, las autoridades estaban avisadas pero no se hacía nada por evitar que se extendiera el fuego». No fue hasta las 21 horas, dijo, cuando se les dio orden de evacuar. «Yo ya lo tenía todo a punto porque sabía que esto era inevitable», apostilló.

Narró también que la noche del jueves al viernes «no durmió nadie» y que «la gente iba andando de la Barraca al pueblo y del pueblo a la Barraca constantemente». Además, muchos vecinos «veían peligrar sus casas» porque están muy cerca de parcelas abandonadas y «no dudaron en coger la manguera y ser ellos mismos quienes las refrescaban».

Alrededor de las 13 horas de ayer, José Maria Doménech, un jubilado de Carcaixent, regaba tranquilamente su cuidado jardín. Acababa de regresar a casa tras dos noches fuera cuando aún no hacía ni una hora que habían dado permiso para abrir la urbanización Sant Blai en la que vive. Recuerda que el jueves por la tarde «estaba sentado, descansando dentro de la casa, y escuché el sonido de un avión. Salí para comprobar qué era y fue entonces cuando vi el desastre». Dio una vuelta por la urbanización con el coche para comprobar la envergadura del incendio. «Avanzaba a mucha velocidad, como nunca había visto», aseguraba. «Fue una situación muy angustiosa».

Él abandonó la casa el jueves a indicación de su yerno, bombero. «No hagas caso a lo que te digan, coge tus enseres y baja al pueblo», le dijo. Juan, otro vecino de Sant Blai, narraba también, desde la puerta de su vivienda a la que acababa de volver, que «pasamos miedo» y reconoce que a lo que temían, sobre todo, era al intenso humo que inundaba la urbanización.