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80 aniversario del inicio de la Guerra Civil

Velasco Echave, el coronel que desafió al golpe en Valencia

El mando del regimiento de Infantería Otumba 9 fue uno de los pocos jefes militares que se mantuvo fiel a la República en julio de 1936

Velasco Echave, el coronel que desafió al golpe en Valencia

Hoy, en el 80 aniversario del inicio de la Guerra Civil, toca recordar al coronel de Infantería Jesús Velasco Echave, jefe del regimiento valenciano Otumba 9 en julio de 1936. Un jefe militar que con su actitud, casi solitaria entre los jefes de cuerpo de la ciudad de Valencia, fue un elemento clave para mantener la fidelidad a la República de la importante guarnición valenciana.

En Valencia estaba la jefatura de la Tercera División Orgánica, y de ella dependían las guarniciones de Valencia, Castelló, Alicante, Albacete y Murcia. Esta última, con su estratégica base naval de Cartagena y su base de hidroaviones de San Javier.

De todas estas, el cap i casal era la que poseía una fuerte guarnición operativa, con dos regimientos de Infantería, el Guadalajara 10, el Otumba 9, uno de Artillería, el 5 Ligero, y otro de Caballería, el Lusitania 8, e Intendencia y Sanidad. Además, era la cabecera de la Zona de la Guardia Civil (16 provincias), al frente de la que se encontraba el general Luis Grijalvo, que sería asesinado durante las primeras semanas después del golpe de Estado por un grupo de incontrolados.

El general de brigada Fernando Martínez Monje comandaba la Tercera División aunque desempeñaba un cargo superior a su rango, pues lo habitual era que estuviera todo el territorio al mando de un general de división. Martínez Monje era un Jefe de la total confianza del Gobierno de la República, y en algunos círculos se le acusó de masón. Tras la guerra, se exilió en Argentina, donde murió en el Hospital Militar de Buenos Aires en1963.

Una pieza clave en el plan de Mola

En otro orden de cosas, de lo que no cabe duda era de que el plan diseñado por el general Mola asignaba a la división valenciana un papel importante para el triunfo del golpe militar. Desde una perspectiva histórica, la conspiración acabó en un dramático desastre, y que de no ser por sus trágico efectos, más bien se asemejó a una gran chapuza de los militares africanistas.

Por ejemplo, el prestigioso general Goded, que tenía que sublevar la guarnición de Valencia, decidió de motu proprio y en el último momento cambiar de destino. A pesar de las reticencias de Mola, Goded impuso su criterio de sublevar Barcelona, y el general González Carrasco que tenía encomendada esta acción, y con los bandos ya firmados con su nombre, se quedó sin ninguna responsabilidad operativa, a pesar que desde un principio había formado parte de una especie de junta de generales dispuestos a sublevarse contra la República.

En Valencia, ese cambio repentino produjo una gran consternación entre la Junta Divisionaria de la UME (Unión Militar Española). Esta organización clandestina, que aglutinaba a una buena parte de los militares más reaccionarios de España estaba encabezada por el comandante Barba, también valenciano. La UME era la encargada de preparar el golpe en Valencia. De inmediato enviaron a uno de sus miembros más destacados, el teniente coronel Cabellos, a Madrid. Su misión, a pocas horas del levantamiento militar, era convencer al general González Carrasco de que se pusiera al frente de la sublevación en la capital del Túria.

A pesar de sus fuertes reticencias iniciales, el general González Carrasco aceptó el encargo, y, una vez en Valencia, lo primero que hizo fue ordenar al teniente coronel Cabellos que sondeara a los jefes de los diferentes regimientos para que se pusieran a sus órdenes y tomar el mando de la división, ya que pensaban que Martínez Monje no aceptaría sublevarse.

Después de las distintas reuniones, Cabellos le transmite a González Carrasco que todos los jefes parecen dispuestos a obedecerle, aunque sin mucho entusiasmo. Solo el coronel Velasco Echave, jefe del regimiento Otumba 9, mantiene una postura fiel al Gobierno, a pesar de que González Carrasco mandó una unidad en el norte de África, en la que tuvo bajo su mando en 1924 a Velasco Echave.

Solo ante el peligro

La lealtad del coronel del regimiento valenciano, si cabe, fue aún más honrosa desde el momento en que buena parte de la oficialidad de su regimiento era partidaria del golpe militar. El coronel se encontraba en franca minoría ante un conjunto de oficiales y jefes contrarios al Gobierno. Entre ellos destacaba el teniente coronel Manrique de Lara, que hacía pocos meses se había afiliado a Falange Española; los comandantes García Nieto „uno de los principales líderes de la sublevación dentro del cuartel„, Cañada Pera, Pacheco Santana y Alonso Orduña, así como numerosos capitanes y tenientes.

El mismo 18 de julio, cuando ya se conocía en toda España que el Ejército de África se había sublevado a las órdenes del general Franco, Velasco Echave arengó a la tropa en el sentido de obediencia al Gobierno legalmente constituido. Según el testimonio del entonces cabo del cuartel Rafael Albí Flores, la tropa aplaudió al coronel.

Ese mismo día reunió a toda la oficialidad, y que según testimonios directos de la época, «casi en su totalidad mantenía una decisión contraria a la de su coronel, haciéndole saber que estaban adheridos a los sublevados y, en consecuencia, desconocían y desobedecían la autoridad del Gobierno, no acatando más ordenes que las que provinieran del jefe del Movimiento...»

La situación para el coronel era francamente delicada. La tensión en este cuartel y en todos los de la ciudad iba in crescendo ante la posibilidad de salir a la calle y declarar el estado de guerra. Un momento difícil dentro del regimiento llegó cuando el alférez Serafín Moreno se suicidó el 21 de julio.

En otra ocasión, cuando el general Martínez Monje arengaba a las tropas del Lusitania 8, el teniente Ribera, ante los preceptivos vivas a la República del general, se atrevió a amenazarle con su pistola, espetándole que allí solo se daban vivas al Ejército. El teniente Ribera sería asesinado pocas semanas después del fracaso del golpe de Estado.

Mientras tanto, los cuarteles de la ciudad se mantenían a la expectativa, con el agravante de que Martínez Monje había decretado el acuartelamiento de la tropa, y los rumores sobre una inminente salida de los militares rebeldes circulaban a gran velocidad, creando un clima de incertidumbre total entre la población y, sobre todo, entre los elementos del Frente Popular.

Unos días después, el 24 de julio, el coronel Velasco reunió a la suboficialidad para expresarles su compromiso con el Gobierno, pero anunciándoles que el que quisiera marchar lo podía hacer sin ningún castigo. Ante esta actitud tan clara del coronel, se planteó por parte de algunos oficiales su asesinato, y formar una compañía que declarara el estado de guerra en la ciudad.

Situación de «impasse» total

Fuera de los cuarteles, el general González Carrasco, junto con el comandante Barba, fracasaba una y otra vez en su intento de tomar el mando en la División Orgánica. El mapa de los éxitos y fracasos del golpe se había definido perfectamente en toda la península, solo Valencia se encontraba en una situación de impasse total. Este escenario quedó totalmente clarificado con el asalto la madrugada del 2 de agosto de los cuarteles de la Alameda por parte de las fuerzas del Frente Popular, con un fuerte apoyo de efectivos de la Guardia Civil.

Esa misma mañana, sobre las 10 horas, el mismo coronel abría las puertas del regimiento Otumba „el actual Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Zapadores„ acompañado del teniente coronel Pérez Salas, tras parlamentar con los milicianos que se habían apostado en las afueras del cuartel.

Según testimonios de la oficialidad rebelde, «este propio mando les dio la entrada al cuartel inesperadamente, produciéndose gran desorden y viéndose obligados cuantos se habían significado por su entusiasmo a favor del Glorioso Alzamiento Nacional a salir en la forma que les fue posible...».

Muchos de los oficiales rebeldes del regimiento serían asesinados posteriormente, entre ellos el teniente coronel Manrique de Lara, el comandante García Nieto, Juan Cañada Pera, el capitán Enrique de la Guardia, Emilio Andrés y un largo etcétera.

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