Al diseñador francés Philippe Starck, creador de iconos como el exprimidor de limones que asemeja una nave extraterrestre, le bastaron cuatro horas para dibujar uno de los yates más extraños (y lujosos) del mundo. Starck debió de leer de pequeño Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne. El Nautilus del capitán Nemo salía a flote. El submarino con «forma de inmenso pez de acero» se transformaba en un superyate de aluminio de 119 metros de eslora, en una fortaleza flotante de más de 300 millones de euros.

Ese Nautilus del futuro, tras fondear ayer en la costa de Dénia, ha hecho escala hoy en la Marina Real de Valencia. El megabarco puede contemplarse hasta mañana en la zona sur. Más de un bañista se ha frotado los ojos y pensó que un submarino militar había emergido de las profundidades.

El cascarón pertenece al milmillonario bielorruso de 44 años Andrey Melnichenko. En junio de 2015, ya estuvo atracado en la Marina Real de Valencia. En las Baleares, ya nadie se asombra cuando el superyate aparece en el horizonte. Pero en y la Marina Alta no están tan acostumbrados a estas ostentaciones náuticas.

El superyate lleva por nombre A. Simple. El magnate decidió bautizar el barco con esa letra para que apareciera siempre en primer lugar en los registros náuticos. Es lo único sencillo en un barco equipado con todos los lujos, repleto de detalles extravagantes y cuya estética recuerda la de un acorazado. En realidad, lo del rollo militar va en serio. El A es a prueba de bombas. Sus cristales están blindados. Tiene instaladas 44 cámaras y un sistema de seguridad activado por huellas digitales. Además, esconde una cápsula de escape. Melnichenko navega en una fortaleza flotante.

Desde tierra, los vecinos y turistas de Dénia que, al confundirlo con un submarino ya le adivinaron al yate un ramalazo militar, no iban, por tanto, tan desencaminados. Starck, al diseñarlo, pensó en el Nautilus. Y Melnichenko, al menos en lo excéntrico, tiene algo de capitán Nemo. Nunca ha trascendido, eso sí, que el A aloje una riquísima biblioteca repleta de clásicos como la del submarino imaginado por Verne.

El superyate sí cuenta con un helipuerto y tres piscinas. Una de ellas tiene el fondo de cristal y es el techo de una discoteca. En el camarote principal, un dormitorio de 230 metros cuadrados, la cama de matrimonio gira 360 grados. Así, Melnichenko y su esposa pueden, sin levantarse, tener la sensación de que el mundo gira alrededor de ellos.

El megayate dispone de una tripulación fija de 37 personas. Su mantenimiento le cuesta al magnate ruso, que ocupa el puesto 139 en la lista Forbes de las grandes fortunas, 20 millones de euros al año.