No es un cargo hereditario, pero en su caso, como si lo fuera. Francisca Juliá ostenta desde 2003 el mismo título honorífico que le otorgó en su día el Principado de Mónaco a su abuelo y después a su padre, ambos de nombre Santiago Juliá. Ser cónsul de Mónaco en Valencia, ciudad donde oficialmente no reside ni un solo ciudadano monegasco, no supone una gran carga de trabajo, pero sí permite estar en contacto con personajes casi de película.

O sin el casi. En 1956, la actriz y princesa Grace Kelly visitó el cap i casal durante su viaje de novios tras sus nupcias con Rainiero III. «Visitaron la Lonja, el Ayuntamiento, la Basílica... escucharon misa en la Catedral, donde la princesa no permitió que los fotógrafos entraran a inmortalizar el momento», cuenta Juliá, mientras repasa recortes de prensa de aquella época que su padre, con esmero casi taxidérmico, recopiló en un álbum que ella conserva como oro en paño.

«La visita de los príncipes a Valencia causó gran revuelo. Les recibieron todas las autoridades. Se quedaban a dormir en su barco, donde una noche se sintió indispuesta. Mi abuelo le recomendó un médicoque le comunicó a la princesa que estaba embarazada», narra la cónsul, repasando mentalmente el relato seguramente tantas veces escuchado en su casa por boca de su padre, en aquella época, vicecónsul. Al año siguiente de su visita valenciana, los príncipes de Mónaco donaron un millón de reales para ayudar a la reconstrucción de la ciudad que había quedado destrozada tras la riada, cuenta Juliá.

Continúa el linaje

¿Cómo comenzó el linaje de los cónsules Juliá? «No sé cómo se fraguó, pero mi abuelo era muy amigo de Luis II (1922-1949, abuelo de Rainiero)», explica su nieta. Le otorgó el título en 1921, convirtiéndose en el primer nombramiento del principado en España, incluso antes que la embajada en Madrid. «Durante la II Guerra Mundial, mi abuelo le mandaba por valija diplomática comida desde España porque allí escaseaba», detalla la cónsul.

Para obtener el cargo es necesario que el país de destino (en este caso, España), esté también de acuerdo con el nombramiento. «Se pasa por una inspección de la policía y puedes ser cesado por el país de origen cuando decidan. Los cónsules honorarios, como es este caso, no son diplomáticos de carrera, no tienen un sueldo», apunta Juliá. En este sentido, la representante de Mónaco, nieta también de Vicente Iborra, quien fuera director general de Comercio durante la República, trabaja en el sector comercial y está presente en distintos consejos de administraciones de empresas.

Como cónsul, ha recibido en un par de ocasiones al príncipe Alberto, que visitó Valencia durante la Copa del América, y a su sobrina Carlota, «una joven muy discreta», que participó en el concurso hípico que se celebró en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. «Algún estudiante viene de vez en cuando a pedir consejo sobre alojamiento o escuelas, pero poco más». Ni pasaportes, ni fes de vida, ni demás burocracia que suele inundar las sedes consulares.