Antes de entrar en una piscina pública de Valencia (en el barrio de Orriols) preguntó si podía acceder con un traje de baño completo. Ese día, Esther Aranda estrenaba su burkini junto a una amiga y su bebé. Sin embargo, la alegría le duró más bien poco. Mientras se encontraba disfrutando del baño, el socorrista le llamó la atención y le comunicó «que no podía bañarme vestida, que me habían visto por las cámaras de seguridad y le habían avisado desde la dirección para que saliera del agua. Al parecer se habían quejado algunos usuarios». Y no hubo vuelta atrás. Ni pese a las explicaciones de Esther sobre las características del burkini (el traje islámico), ni tras la exigencia a la recepcionista para que le mostrara la normativa que prohíbe por escrito usar burkini y no una camiseta de manga larga o un neopreno. Pero nada. No hubo nada que hacer.

Los gestores de la piscina se enrocaron en la prohibición del burkini y Esther y su amiga se marcharon avergonzadas por ser objeto de miradas y críticas. La joven no ha no ha vuelto a pisar una piscina pública. «¿Para qué? Me echaron una vez y ya tuve bastante», asegura. Ocurrió el año pasado, no quiso que el altercado le afectase más de la cuenta y no puso reclamación o denuncia alguna. Hoy se arrepiente. Solo se ha vuelto a poner el burkini este año, un día para ir a la playa y fue, eso sí, «mucho mejor de lo que me esperaba, aunque a mí la playa no me gusta y prefiero mil veces la piscina... pero no quiero volver a repetir una experiencia parecida a la del año pasado».

No existe ninguna normativa en la Comunitat Valenciana que prohiba el uso del burkini en espacios públicos. Ni en piscinas municipales ni en parques acuáticos, ni en la playa. Sin embargo, desde la Asociación Jóvenes Musulmanas de Valencia aseguran que se sienten «señaladas» cada vez que emplean esa prenda, aunque «es una tónica habitual en nuestra vida. Llevar velo, usar burkini... debes estar todo el día justificando tu elección, explicando tu decisión porque nuestra vestimenta impacta a la sociedad»., asegura Mariam Barouni.

Por ello, la «lucha» para «visibilizar» al colectivo debe ser constante. «No tiene sentido que quienes defienden nuestra libertad quieran imponernos nuestra vestimenta. Somos jóvenes y nuestras inquietudes son las mismas que las de cualquier mujer de nuestra edad. Pero con velo y burkini».