A su paso, la patrulla levanta todo el polvo del camino. La escasez de lluvia de los últimos meses ha provocado que los senderos de la Serra de la Calderona sean mucho más polvorientos e inflamables de lo normal. Mientras sus compañeros se desplazan en moto por la demarcación, Ramón, que conduce el todoterreno de la unidad, tiene otra tarea. Llega a una zona recreativa, llena de bancos y mesas de madera esperando excursionistas que quieran comer y disfrutar de un día en el parque natural. Los visitantes que lleguen tendrán que haberse traído la comida hecha de casa, ya que no podrán cocinar en los paelleros. Ramón debe precintarlos. Es día de preemergencia tres y está prohibido encender fuego en los paelleros.
Los equipos de vigilancia móvil de Vaersa patrullan los montes de la Comunitat Valenciana en busca de los riesgos que pueden provocar algún incendio. Cuando encuentran un tronco seco, una boca de incendios averiada o a alguien realizando un uso indebido del fuego, lo notifican a los agentes medioambientales para que actúen.
De cara a los ciudadanos, su labor es informativa y tiene un objetivo enfocado a la concienciación y educación ambiental. Cuando encuentran a algún agricultor realizando una quema de rastrojos no permitida, o una persona usando un camping gas en pleno bosque, le piden que pare y le informan de la situación. «Si no lo hace avisamos a los agentes medio ambientales o, si el caso es más grave, al Seprona, que impondría la correspondiente multa», comenta Ramón, aclarando que las unidades de vigilancia no multan, pero sí informan a las autoridades de cualquier incidencia peligrosa.
Entre los problemas más frecuentes que suelen encontrar los vigilantes del monte está la basura que arrojan los visitantes por todas partes. Mientras se desplazan por el monte es habitual ver latas de refrescos, bolsas de plástico y todo tipo de residuos en la maleza. Ramón no entiende esta actitud de muchos visitantes: «Igual que se traen la comida, se pueden llevar los restos». Los residuos más peligrosos son los vidrios, ya que cuando están expuestos al sol pueden generar un efecto lupa y quemar los rastrojos que los rodean. Por otro lado, los aerosoles abandonados también son un riesgo para las brigadas de prevención. Ramón recuerda una ocasión en la que un brigadista, por accidente, rompió con la desbrozadora un bote lleno de gas, que escapó del envase generando una llamarada que causó un pequeño incendio mientras el brigada estaba trabajando. Son las consecuencias de llenar el monte de residuos.
Los rastros del fuego
El monte deja ver los rastros del fuego. Subiendo un sendero hacia el castillo de Serra, a la izquierda, se observa cómo el bosque queda interrumpido bruscamente. Una alfombra de pinos jóvenes y pequeños arbustos crece lentamente donde un incendio redujo todo lo que era vida a ceniza. Son los frutos de las semillas que los pinos lanzan al suelo con la intención de renacer de las cenizas a las que son sometidos.
Para conseguir mayor seguridad durante el incendio, las patrullas de vigilancia móvil guían a los equipos de extinción por los senderos de su demarcación. Si la brigada antincendios se metiera por un sendero sin salida, «podría quedar atrapada por el fuego», comenta Ramón. Por eso, durante la extinción es imprescindible el conocimiento del terreno que estos profesionales adquieren tras recorrer su demarcación, día tras día, buscando todas esas pequeñas causas que originan los incendios.
Además de la vigilancia y prevención de incendios, durante su patrullaje los vigilantes también cumplen otra importante labor social. En más de una ocasión han tenido que rescatar algún senderista perdido en el monte o colaborar con las autoridades en la búsqueda de desaparecidos. En una de esas ocasiones, Ramón afirma que encontraron a una persona ahorcada en un árbol, cuya desaparición ya había sido denunciada a la policía.
