Los submarinistas de la Guardia Civil recuperaron en la mañana de ayer dos nuevos paquetes con restos óseos de al menos dos personas en las aguas que bañan la cara sur del Penyal d'Ifac de Calp. Uno, compacto e idéntico a los otros tres descubiertos por buceadores de Benissa y Calp (uno se localizó, pero ya no se volvió a encontrar), fue el que en la tarde del jueves descubrió un bañista de 38 años que hacía snorkel junto a la Roca Plana, que está pegada al paseo marítimo Príncipe Felipe. El bañista, como adelantó en exclusiva este diario, también encontró una estatuilla de bronce de Yemayá, una orishá del panteón yoruba asociada al mar y habitual en los rituales de santería. Ese ídolo se une a toda la colección de objetos rituales que contienen unos paquetes que también guardaban nombres, fotografías y documentos de la Agencia Tributaria de personas vivas y residentes, en su mayoría, en Extremadura, en concreto en Badajoz.

Los especialistas del GEAS (Grupo de Actividades Subacuáticas) de la Guardia Civil también dieron con otro paquete, pero estaba abierto. La sábana se había desanudado y, además, era más pequeña que las anteriores. Es también la única que ha aparecido con dibujos bordados. Los signos de flechas rectas y ondulantes que se cruzan son característicos de la hechicería africana y del culto Palo Mayombe, cuyos rituales son propiciatorios del amor, el dinero, la suerte y la salud. Sin embargo, otro bordado de esta sábana representa una cabra con cuernos, un símbolo satánico. Además, dentro del otro paquete, había un Cristo crucificado. El ritual de Calp bebe de aquí y allá. Santería, hechicería, magia negra, conjuros? todo lo que sea mistérico y oculto cabe en estos paquetes rituales arrojados la pasada semana al mar desde el paseo Príncipe Felipe.

La sábana cerrada y la que estaba abierta guardaban huesos humanos de al menos dos difuntos. Había, de hecho, tres peronés. Además, los investigadores contaron dos cúbitos, dos radios, dos húmeros, un omoplato, una tibia, cinco costillas, nueve vértebras, cinco huesos del pie, dos costales y un sacro.

Sin signos de violencia

Estos restos (en total, 33 piezas óseas), al igual que los que atesoraban las otras bolsas (la primera contenía un esqueleto humano casi completo), han permanecido enterrados entre 30 y 40 años. Están pigmentados de marrón por el contacto prolongado con la tierra. Los forenses no han apreciado ningún signo de violencia. Los investigadores de la Guardia Civil están convencidos de que estos siniestros rituales no esconden delitos de sangre. Pero quienes hicieron los conjuros sí habrían profanado tumbas de viejos cementerios.

Las dos bolsas recuperadas ayer también envolvían objetos tan desconcertantes como un pastillero de color dorado, una tabaquera metálica, un busto que representa de forma torpe una cara de hombre (estaba liado en un jirón de cortina negra de baño) o un candado de combinación numérica. Todos esos objetos desprenden una fuerte carga esotérica. El candado, por ejemplo, se utiliza como amuleto. Los útiles personales denotan, como los nombres y fotografías o los documentos fiscales, que estos rituales están enfocados a personas de carne y hueso con las que la Guardia Civil ya ha empezado a contactar. Esos últimos objetos se unen a los otros hallados antes y que son igualmente simbólicos, como la jícara (vasija), la muñeca de juguete, las plumas y el esqueleto de ave (probablemente de un sacrificio emparentado con la santería) o el bastón partido por la mitad.

Los buceadores de la Guardia Civil recuperaron los dos últimos hatos rituales cerca de la Roca Plana. Los anteriores aparecieron más lejos de la orilla. Es posible que, al contener objetos que flotan como la cabeza de una muñeca, la marea los hubiera arrastrado. Todos se lanzaron desde las rocas al mar. Los submarinistas rastrearon, palmo a palmo, este litoral. Ya no hallaron más paquetes. La investigación del ritual y del origen de los esqueletos continúa ahora tierra adentro. Las personas invocados en estos ritos conocen la respuesta a tanto misterio.