«Se ha ganado el respeto de sus compañeros, siendo un gran ejemplo para los demás soldados». Así calificaban en 2014 a Aarón Vidal López sus superiores, y así lo recordaba ayer el Jefe accidental del Regimiento de Caballería Lusitania 8, José Antonio Sánchez de Lara, para definir al soldado valenciano fallecido en un accidente en la base española de Iraq el pasado jueves.

Hace poco más de dos años, por estos y otros méritos, Aarón recibió la Cruz al Mérito Militar con distintivo blanco. Ayer, en la base militar de Marines, dónde entró por primera vez con 18 años, el soldado de caballería recibió la Cruz pero con distintivo amarillo, la que se entrega a los militares muertos en acto de servicio en tiempos de paz. El ministro de Defensa, Pedro Morenés, que presidió el acto de honras fúnebres, impuso la cruz sobre el féretro. Después, el Jefe accidental del Lusitania (el titular está en Iraq) entregó la condecoración a los padres de Vidal, junto a la bandera de España que cubría el féretro de su hijo y su boina negra.

Los restos mortales del soldado habían llegado a las 8.45 horas al aeropuerto de Manises en un vuelo militar Hércules. El féretro fue recibido en las inmediaciones de la pista por una decena de sus familiares y amigos, el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, el teniente general Francisco Javier Varela, una Unidad de Escolta y un pelotón, que lo trasladaron a hombros hasta un coche fúnebre.

A las 16 horas, en la Base de Marines, se celebró una misa y a las 16.45 horas dio comienzo en la explanada el acto de honras fúnebres. Además de la familia de Vidal, del ministro, del delegado del Gobierno y de los mandos militares, también acudieron el presidente de la Generalitat, Ximo Puig; la consellera de Justicia, Gabriela Bravo y el Director General de Seguridad, José María Ángel, entre otros.

Los compañeros de batallón de Aarón Vidal trasladaron su féretro al túmulo, situado frente al monolito dedicado «a los que dieron su vida por España». Allí se le impuso la condecoración, allí se le presentaron armas, sonó el himno nacional y descargó la fusilería. Sus compañeros cantaron La muerte no es el final y el Himno del arma de Caballería. La ceremonia concluyó con el féretro portado a hombros de ocho soldados. Algunos a duras penas podían ocultar su tristeza. Con el féretro ya en el coche fúnebre, Teo y Ana, sus padres; Tania, su hermana; y Cynthia, su novia, se abrazaron a los soldados. Costaba distinguir quién consolaba a quién.