El ataque perpetrado en Valdeserrillas es único por su brutalidad, pero no el primero que sufren estos animales en España. El 8 de junio de 2012 llegaron al Principado de Asturias 11 bisontes. Sin embargo, el proyecto de recuperación de esta especie no salió según estaba previsto. Dos años después, entre enero y mayo de 2013, la población de bisontes lejos de aumentar, se había reducido a la mitad. Uno de los animales falleció al tragar un clavo pero otros cuatro fueron envenenados. Esa es la teoría que defendió en su día el veterinario Fernando Morán, del Centro de Conservación del Bisonte Europeo en España, convencido de que los animales fallecieron porque alguien decidió que así fuera, igual que parece haber sucedido en la reserva de Valdeserrillas de Benagéber.

Los herbicidas no dejan rastro

Sin embargo, no hubo pruebas que certificaran el envenenamiento de aquellos bisontes porque las necropsias no aportaron datos concluyentes. Morán siguió defendiendo no obstante la teoría de una muerte provocada: «El laboratorio no localizó ningún veneno en las muestras recogidas, pero es que los herbicidas compuestos que se usan en el norte de España no aparecen en estos análisis».

Es más, Morán aseguró que los síntomas de envenenamiento eran claros: «Encontramos una hembra de bisonte con espuma en la boca y síntomas de haberse rozado y pateado, que son los típicos del veneno». Tras este episodio, los expertos decidieron trasladar a la pareja que quedaba al Parque de la Prehistoria de Teverga, donde a mediados de mayo de 2015 nació una cría bautizada como Astur.

Eso mismo -cerrar la reserva y trasladar a los animales a otro lugar- es lo que Morán cree que debería hacer la dirección de la Reserva de Valdeserrillas, en Benagéber, ya que «si el entorno está decidido a dañar a los animales, volverá a hacerlo así que la solución es complicada». España cuenta con 93 ejemplares de los 30 que llegaron en 2009, lo que confirma el éxito de su recuperación.