Entrar a un ascensor es una de las peores pesadillas para quienes sufren claustrofobia. Pero el miedo cambia si en el fondo sabes que ese escenario no es verídico. Es más sencillo de afrontar. Por eso, la realidad virtual comienza a abrirse paso en las consultas de los psicólogos para tratar principalmente fobias, como la del miedo a volar, a las agujas, la claustrofobia, el pánico a hablar en público, la agorafobia o el miedo a conducir.

Este tipo de terapias se basa en el uso de unas gafas de realidad virtual. «Con ellas trasladamos al paciente al entorno adecuado a sus necesidades y podemos ir controlando el grado de exposición al mismo», señala Joaquín Cantó, profesor del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Alicante y psicólogo, máster en Psicología de la Salud.

Un ejemplo muy ilustrativo es el del miedo a las arañas. «Yo puedo ir regulando los estímulos, hacer que haya más o menos arañas, que éstas te suban por las manos o que estén más alejadas». Las imágenes se acompañan además de sonidos, simulando una respiración más agitada o una taquicardia, por lo que la inmersión del paciente en aquello que le genera ansiedad es casi total. Además, las gafas van acompañadas de un sensor conectado al dedo del paciente que mide el aumento de la sudoración y por tanto de la ansiedad. «Esta respuesta eléctrica se plasma en una gráfica que se entrega al paciente, para que pueda comprobar cómo evoluciona el tratamiento, conforme avanzan las sesiones de terapia».

La gran ventaja respecto a las terapias clásicas «es que estas últimas son más complicadas de aplicar en personas que no tienen una buena imaginación para hacer una inmersión completa en aquella situación que les genera fobia». En cambio, con las gafas de realidad virtual, «lograr meterse en esas situaciones es más sencillo, es como ir al cine, que lo ves todo amplificado».

Pero además de tratar el miedo a hablar en público o a los espacios cerrados, la realidad virtual también puede ser utilizada para técnicas de relajación, como el «mindfulness» o para tratar trastornos de ansiedad generalizada, provocados por el miedo a perder el trabajo o por un problema de salud.

Cantó lleva dos meses utilizando esta terapia en su consulta, «con resultados por lo menos tan buenos como en el caso de las terapias clásicas, aunque con una duración menor del tratamiento, que varía entre ocho y 16 semanas, dependiendo de la magnitud del problema a abordar».

El psicólogo y profesor de la Universidad de Alicante cree que sus colegas no tardarán en incorporar la realidad virtual a sus consultas. «Es absurdo que no aprovechemos estas nuevas tecnologías. Además, hay estudios que se han hecho a lo largo de los últimos 20 años que demuestran su eficacia». Una startup de Cataluña es la encargada de aplicar esta nueva tecnología al campo de la salud mental.