Los casos de corrupción heredados y la endiablada agenda judicial han marcado hasta el momento la etapa del PPCV en la oposición. Tras la debacle electoral del 25M y la pérdida del poder institucional, el nuevo PP de Isabel Bonig se ha mantenido, muy a su pesar, ocupado en sacudirse los asuntos turbios y en tratar de marcar distancias con aquellas personas que de una manera u otra han quedado «contaminadas». Ofrecerse a los valencianos con una marca limpia de polvo y paja es sin duda el principal reto de un partido que aspira a gobernar de nuevo, pero no el único.

El camino hacia la Generalitat requiere también de un nuevo discurso que permita al PP ofrecerse a los valencianos como el mejor que defiende sus intereses. Una identificación que el PPCV llegó a lograr en la etapa dulce de las mayorías absolutas, pero que, a juicio de los actuales colaboradores de Bonig, sólo podrá alcanzarse de nuevo actualizando el mensaje. Sobre este asunto no existe unanimidad dentro de las filas populares, pero en el entorno de Bonig se apuesta por dejar a un lado el debate identitario y apostar por un discurso valencianista de nuevo cuño.

Bonig habló recientemente sobre este asunto en una conferencia titulada «El valencianismo político en la encrucijada» y pronunciada en el Club de Encuentro Manuel Broseta. Y en este foro avanzó algunas pinceladas. Bonig puso de ejemplo a Luis Lucia, dirigente de la Derecha Regional Valenciana, para abogar por la construcción de una «conciencia valenciana» aunque «profundamente española» que aúne las dos almas del PPCV. También habló de un valencianismo «reformista» e «integrador» al tiempo que aseguró que el debate identitario es para el PP una «etapa pasada». «No vamos a agitar „llegó a asegurar„ el fantasma del catalanismo».

Punto de inflexión

La reflexión de Bonig pasó bastante desapercibida a pesar de que tenía calado y supone un punto de inflexión en un partido que alcanzó su hegemonía fagocitando el discurso regionalista de Unión Valenciana.

El pronunciamiento de Bonig esa noche confluía con aquellas voces dentro del partido que creen que el rédito político del blaverismo está amortizado. Para los reformistas del PPCV el reto es disputar a Compromís la bandera de la reivindicación, desplazar su posición de principal partido valenciano que defiende ante la capital los problemas de los valencianos. En privado, los populares admiten que Compromís ha sabido «robarles» esa posición „así queda constatado en las encuestas del CIS„ y sostienen que ésta ya no puede conquistarse agitando el debate de las señas de identidad. Defienden que el camino pasa por que la organización valenciana logre mayor autonomía respecto de Madrid, fundamentalmente, en aquellos asuntos claves para el territorio, como son el agua, la financiación y las infraestructuras.

Ahora bien este proceso está plagado de obstáculos. El primero tiene que ver con la dificultad de romper con el sucursalismo respecto de Génova. El PP es un partido centralista poco sensible a las singularidades de los territorios. Bonig, arropada por la cúpula popular valenciana, intentó hace unos meses dar un paso hacia la diferenciación al proponer incluso un cambio de siglas, aunque Génova la frenó.

Resistencia al giro

El otro obstáculo tiene que ver con la falta de congruencia. A pesar de la declaración de intenciones de Bonig, el PPCV se resiste a dejar a un lado la cuestión identitaria cuando desde el tripartito se toman decisiones que tienen que ver con las señas de identidad. El asunto del valenciano sigue siendo un punto de desencuentro, como también las referencias a la comunidad vecina. Lo ocurrido los días posteriores a la conferencia de Bonig evidencia el discurso contradictorio de los populares valencianos.

A la lideresa del PPCV le tocó hablar sobre el valencianismo el mismo día en que el presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, visitó el Palau de la Generalitat. Ese día estuvo contenida. Tan sólo afeó a Puig el no haber sacado pecho durante el encuentro por el Corredor Mediterráneo, pero defendió como algo normal la relación con Cataluña. Es más, en un momento de la conferencia llegó a reconocer la fuerza que vascos y catalanes demostraban a la hora de defender los intereses de sus respectivos territorios.

Pero la moderación duró un día. Esa semana, Bonig endureció el tono y el discurso y acusó a Puig de «alta traición» y de querer «catalanizar» a la sociedad «por abrir las puertas del Palau a quien quiere romper con España».

El decreto del plurilingüismo también ha dado pie estos días en el PP a denuncias sobre la inmersión lingüística. La cuestión, apuntan algunos dirigentes, es cómo superar el debate identitario sin perder el favor de quienes ven el PP el guardián de las esencias valencianistas. El blaverismo, además, sigue teniendo grandes defensores en las filas populares. El dilema, por tanto, no está resuelto para el PPCV.