«La gente se suele preguntar, cuando le pasan estas cosas, ¿por qué me está pasando esto a mí? Yo me pregunté que por qué no me iba a pasar a mí cuando hay tanto cáncer». Ana Escario es una joven valenciana a la que le fue diagnosticado un cáncer de mama a los 22 años. Su caso se aleja del patrón que asocia este tipo de cáncer con las edades avanzadas pero, también hay jóvenes, muy jóvenes, (alrededor de un 20 % del total de casos) que se enfrentan día a día a un diagnóstico que cae sin explicaciones y sin respuestas a los múltiples porqués.

El problema es que, en estos casos, los bultos que se detectan en el pecho no suelen ser «sospechosos» de cáncer en las primeras consultas. En su caso fue lo que pasó. «Me encontré el bulto duchándome, nada más cumplir los 22 pero no le di importancia. De hecho, hasta después de unos días no dije nada en casa, pensé que sería de grasa y se reabsorbería», cuenta. La primera exploración médica tampoco hizo saltar las señales de alarma pero, cinco meses después, y tras haber doblado su tamaño, los médicos confirmaron que era cáncer de mama. «No me hundí, estaba en un buen momento de mi vida, no tenía planes, ni trabajo que dejar, había acabado los estudios€, y pensé que era lo que tocaba en ese momento. Además, quise ver la parte positiva; pensé que, ya que me había tocado, lo habían cogido a tiempo y además era uno bastante tratable y con eso me quedé».

Ana reconoce que durante los meses de tratamiento que tuvo que soportar (con quimioterapia, radioterapia y tres visitas a los quirófanos) vio que los peores momentos los estaba pasando su familia. «Sí tienes algún momento de bajón o de duda, pero te los quitas de la cabeza porque no es bueno, sobre todo para los demás». Durante el tiempo que duró el tratamiento, Ana tuvo claro que no quería paralizar su vida. «Eses mes de septiembre empecé un máster, me apunté a alemán€ Quería hacer cosas. No quería que fuera el año que tuve cáncer, sino el año que hice cosas y, además, tuve cáncer».

Una vez que las revisiones médicas se espaciaron lo suficiente, Ana se dedicó a una de sus grandes pasiones: viajar. «Ahora tomo decisiones más pensando en mí, no quiero seguir el camino que parece que la vida nos tiene marcado porque a mí la vida ya me ha hecho seguir un camino diferente». Sus próximas metas son encontrar un trabajo y poder seguir viajando. De su experiencia ha sacado en claro una frase: «No esperes para hacer las cosas porque nunca sabes cuando te van a decir que no».