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80 aniversario

República: una capital en minúscula

El ochenta aniversario del traslado a Valencia de la capital de la II República se abre con una exposición en La Nau que refleja aquel día a día

República: una capital en minúscula

Está la Historia en mayúsculas, la que dice que el 7 de noviembre de 1936 se trasladó a Valencia la capital de la Segunda República. España, capital Valencia. Once meses que empezaban aquella misma madrugada, con el presidente Largo Caballero viajando por carretera mientras en el retrovisor quedaba el Madrid asediado por las tropas franquistas al grito de «no pasarán» y con el sueño negrinesco de que resistir era vencer.

Fueron once meses que bañaron a Valencia con los tres colores republicanos. El morado, por ser epicentro institucional de la República y acoger las sedes de la presidencia, los ministerios, las Cortes y las embajadas desplegadas por la ciudad del Túria. El rojo de la sangre, porque aquella capitalidad la situó como objetivo militar de primera magnitud para la aviación fascista italiana y alemana y sus bombardeos mortales, banda sonora de una ciudad con refugiados, cartillas de racionamiento y miedo. Y el amarillo de la luz, una luz que proyectaban la educación y la cultura de aquel convulso año rico en cabarets, cafés, cines y teatros en el que Valencia vio pasar a André Malraux, Octavio Paz, Pablo Neruda, Tristan Tzara, Rafael Alberti, Alejo Carpentier, Antonio Machado, León Felipe, los carteles de un genial e incombustible Josep Renau o el tesoro artístico del Museo del Prado: 525 pinturas desde Las meninas de Velázquez hasta Las majas de Goya, que se resguardaron del peligro en las Torres de Serranos y El Patriarca.

Todo eso forma parte de la Historia en mayúsculas.

Pero luego está la historia en minúscula. Ésa la dibujó Rosita, una niña de nueve años en aquella Valencia republicana. Los trazos de su mano infantil „un sol, una palmera, dos casas, la huerta„ chocan con los aviones y las bombas que caen del cielo en el dibujo que todavía se conserva y que podría ser la de una niña actual de Alepo. La leyenda la escribió ella misma, con la ortografía al servicio de la ideología: «Los fasistas y los rrojos luchan. Los aviones nuestros an tirado un avión y han roto un arbol y ganan los nuestros. Ellos tiran bombas a las casas».

El dibujo forma parte de la exposición «Tot està per fer. València, capital de la República (1936-1937)», que la Universitat de València inaugura en el Centre Cultural La Nau mañana (19 horas), justo el día en que se conmemora el 80 aniversario del traslado a Valencia de la capital republicana. Una hora después, también en La Nau, un concierto de soprano y piano recuperará música del Grup dels Joves de la República.

Comisariada por los profesores de la Universitat de València Mireia Ferrer Álvarez, Javier Navarro Navarro y Toni Morant i Ariño, la muestra refleja la vida de una ciudad que cambió de piel con la llegada de la Segunda República.

Es simbólico el gran plano general de la Valencia republicana sobre el que la exposición ha etiquetado los revolucionarios nombres que tenía el callejero. La actual Blasco Ibáñez era la Avenida de la Unión Soviética. La calle Corona era la calle Pasionaria. Comedias era Máximo Gorki. Sant Vicent era Largo Caballero y San Andrés se llamaba Calle Stalin. Trinquet de Cavallers era Calle Pancho Villa. Por Ciutat Vella asoman las calles Iconoclastes, Llibertaris, Tripulació Komsomol, Treballadors o Drets del Xiquet. La actual Gran Vía Marqués del Turia fue rebautizada como Gran Vía Buenaventura Durruti, y la calle Isabel la Católica pasó a ser de Margarita Nelken. La señorial Cavallers se rebautizó como calle de la Metalurgia. El Socorro Rojo, García Lorca, Federica Montseny, la CNT o la FAI tenían su placa en el callejero de la Valencia del 37.

Cuenta el profesor Toni Morant que era tal el caos por las 150 calles modificadas en pocos meses (para los carteros, que no encontraban las calles, y para las posibles emergencias de ambulancias o bomberos) que desde la primavera del 37 ya no se cambiaron más nombres de vías.

La exposición exhibe más de 450 objetos: fotografías, audiovisuales con noticiarios de la época, documentación como cartillas de racionamiento, dibujos de bombardeos realizados por niños de la época, mucha cartelería, periódicos antiguos, pañuelos anarquistas, carnés políticos, salvoconductos de guerra, pasquines y todo tipo de material agitprop para insuflar ánimos a una población desbordada por los acontecimientos.

La muestra pivota en torno a ocho secciones que reflejan la gran transformación experimentada por la ciudad desde el 7 de noviembre de 1936 hasta el 31 de octubre de 1937, en que la capital de la República se mudó a Barcelona. Se analiza el protagonismo político de la ciudad, las mujeres y la guerra, la vida cotidiana de Valencia, la salud y la sanidad, el arte y la cultura visual, la actividad cultural, la educación y la Universidad.

Hay detalles de la exposición que condensan rasgos de aquellos once meses. Una boda civil oficiada en la sede de la Federación de Comunicaciones de Valencia. Niños uniformados y con el puño cerrado formando las milicias infantiles. Un cartel del grupo flamenco Los faraones antifascistas que amenizaba al frente y a la retaguardia. Carteles de películas soviéticas para entretener e instruir a la población local. Mujeres alejadas de la costura y la cocina como protagonistas de mítines políticos o manifestaciones al grito de «Más vale ser viuda de héroe que mujer de miserable». El trofeo del Levante FC como campeón de la Copa de la España Libre-Trofeo Presidente de la República. Las colas de racionamiento y las caras de hambre de una gente gris muy alejada de los vivos colores de Renau. Niños evacuados, de las decenas de miles de familias que llegaron a Valencia, con un botijo en la mano y un reflejo de Siria en la mirada. Una peluquería colectivizada.

Es la historia en minúscula de una etapa mayúscula para Valencia en la que todo estaba por hacer y deshacer.

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