En todo homenaje hay espacio para las lágrimas, y más si son lágrimas que llevan acumulándose 50 años y necesitan salir. El monasterio de Sant Miquel dels Reis, que durante el franquismo era una cárcel, acogió ayer el reconocimiento a miles de presos políticos que malvivieron durante años en sus celdas y galerías.

José Badia, Miguel Planells, Germán Botella, Ramón Domingo, Ángel Pérez, Vicente Ruiz, o Eduardo Ortuño son solo algunos de los más de 200 nombres que ayer se pudieron leer en la fachada del conjunto histórico, proyectados junto a fotos del penal o retales de cartas y poemas que los reclusos enviaban a sus familias. El coro de l´Eliana daba la bienvenida a los asistentes con temas como Ay, Carmela o Jaleo, jaleo mientras llegaban las autoridades. El presidente Ximo Puig, la vicepresidenta Mónica Oltra, los consellers Vicent Marzà y Gabriela Bravo, el presidente de las Corts, Enric Morera, y el alcalde de Valencia, Joan Ribó, entre otros, participaron en el acto organizado por la dirección general de Cultura (Carmen Amoraga).

Fue Joan Busquets, el maqui entrevistado ayer en Levante-EMV, quien junto al jefe del Consell descubrió el monolito en recuerdo de las víctimas, encabezado por versos de Miguel Hernández: «Tristes armas si no son las palabras».

Se helaron aún más los cuerpos en ese microclima que es el monasterio cuando Busquets rememoró los castigos que infligían los carcelarios. «Aquí había un ambiente podrido», señaló el preso, quien insistió en la falta de reconocimiento jurídico a las víctimas del franquismo. «No se pueden cerrar heridas si no hay un juicio. Esta es una democracia entre comillas».

Cerró el acto Puig, quien hizo de portavoz de la nieta de uno de los represaliados. «No se trata de reabrir heridas, sino de limpiarlas bien para que cicatricen», trasladó el presidente en el convento desacralizado. Y de nietos iba ayer la cosa, porque dos generaciones después es cuando se ha podido dar reconocimiento a sus familiares. Sin ir más lejos, Puig y Marzà tuvieron a sus abuelos en cárceles franquistas. Ayer, cinco décadas después, como apuntó el presidente, Sant Miquel dels Reis sacó de los barrotes e hizo libres a las historias de la libertad.