El periódico del día lleva 104 noticias pero ayer casi todos llamaban por la misma: una madre y una hija de Valencia, víctimas de la pobreza energética, que no tienen calentador para ducharse con agua caliente. No llaman instituciones ni partidos; llaman personas.

La primera, a las 12.26, es Antonio. Quiere pagar el calentador. A las 12.45 llama José: quiere pagar el calentador. A las 13.15 llama Javier con el mismo propósito. Y a las 13.31 llaman Carlos y Amparo, que al conocer la respuesta solidaria de otros anónimos como ellos atienden a la sugerencia de ayudar a la otra familia necesitada que aparecía en el reportaje: Luz, con un hijo discapacitado y otro estudiante, que no tiene ningún aparato que dé calor a su hogar porque no puede pagar la luz que genera y porque apenas tiene, con sus 451 euros de sueldo, para salir adelante con la comida.

Las llamadas no pararán. Llama Domingo a las 17.30. Llama Santiago a las 18.05. Llama Jaume a las 18.20. Nadie quiere aparecer con sus apellidos. Menos aún en una foto. Sólo quieren ayudar, con calentador o con lo que haga falta, tras haberse indignado, alguno llorado y todos verse impelidos a actuar.

Después de horas de trajín telefónico, ayer mismo, después de hablarlo entre ellos, Antonio, José y Javier acordaron comprarle un calentador eléctrico de 70 euros y que el amigo fontanero de uno de ellos haga la instalación. Antes de las seis de la tarde ya habían ido a su casa para comprobar las medidas. Si no pasa nada, este fin de semana se lo instalan.

María José, de 24 años, que por la mañana tenía una entrevista de trabajo, que había puesto un anuncio desesperado en internet para dejar de ducharse con agua fría o calentada en ollas, está exultante. Aparte de las gracias, dice que no esperaba que hubiera tanta gente así. «¡Voy a poder ducharme con agua caliente, no me lo creo, y mi madre tampoco se lo cree!», exclama.

Luego llama Gabriel: dice que tiene un calentador eléctrico de segunda mano que podría venirles bien a María José y a su madre. Tal vez hable con las personas que iban a comprar el aparato para que ese dinero lo aprovechen en otro tipo de ayuda a la familia.

Tarjeta con comida para Luz

A Luz, que se apañará con mantas, batines y gorros porque no quiere oír hablar de una estufa que consuma luz, le han llamado Amparo y Carlos. Ellos quieren ayudarla. Tienen previsto bajar hoy de Port de Sagunt para entregarle una tarjeta con crédito para comprar comida en un supermercado.

Cuando llama cada uno de estos ciudadanos va dejando su impresión. «Yo me quito de comer un día si hace falta. Por cuatro duros no seremos más pobres», dice José. «A mí se me han saltado las lágrimas al imaginarme a la chica, casi de la misma edad que mi hija, sin agua caliente», confiesa Javier. Carlos se indigna de que el Estado de derecho permita situaciones extremas de este tipo. «Pero ya que no lo hace, entre todos podemos hacer mucho», añade. «Todo esto es muy fuerte», resume Jaume. Todos saben que son parches. Pero saben, igualmente, que es mejor llevar la rueda parcheada que pinchada y sin aire.