El aspecto de Mike impacta. Con 36 años le falta parte de la mandíbula y de la nariz, un parche cubre el hueco donde debería estar su ojo izquierdo y varias cicatrices revelan que su cráneo ha sido parcialmente reconstruido. Aún así, nada comparado a la imagen que le devolvían los espejos hace cinco años: un gran tumor alojado en la base del cráneo -un ameloblastoma gigante de baja malignidad- le deformaba por completo la cara y, en su Kenia natal, le condenaba a un futuro que ayer el cirujano plástico Pedro Cavadas resumía en un frase: «morir como un perro».

Sus caminos se encontraron, para suerte de Mike Koech, hace cinco años gracias a la intervención de Cruz Roja. Al keniano ya le habían desahuciado los médicos de su país y tampoco especialistas en la India se atrevieron con un tumor tan grande como su cabeza, «tan grande como para asustar a los médicos de la India», asegura Cavadas. Frente al caso de Mike, Cavadas tomó la decisión de intervenir, aunque según reconoció ayer en la rueda de prensa en la que explicó el caso de su ya amigo Mike, estaba «al límite» de ser operable. «Si hubiera sido maligno, no hubiera sido quitable, estaba en el límite pero la alternativa de Mike era morir miserablemente, como un perro, y cualquier opción era mejor que esa».

Tomada la decisión, y gracias a la colaboración entre la Fundación Cavadas y el Hospital de Manises, empezó el rosario de intervenciones en España para que Mike recuperase una normalidad que había perdido desde que en 2001 el tumor empezó a crecer hasta convertirse en gigante. La primera intervención -«la más compleja» según el cirujano valenciano- tuvo lugar en 2011 y, desde entonces, le han seguido otras tres a lo largo de estos cinco años (en 2013, 2015 y octubre de este año) ya que el tumor se había vuelto a reproducir.

Han sido cuatro intervenciones quirúrgicas en las que se ha tenido que extraer segmentos importantes del cráneo y de la cara y reconstruirlos posteriormente. «No sabemos si el tumor está curado pero al menos sabemos que le hemos alargado la vida», aseguró Cavadas que seguirá la evolución del joven keniano. Pase lo que pase con el ameloblastoma, el cirujano tiene claro que el objetivo va a ser intentar conservar el ojo derecho de Mike. «Ese ojo es su vida» ya que, gracias a él, el joven puede seguir trabajando y luchando cada día para mantener a su familia, tres niñas con las que Cavadas se ha comprometido de por vida.

«Carmen, como mi madre»

«Hice un pacto con él, si en el peor de los escenarios no somos capaces de controlar el tumor, me ocuparía de su familia», reveló ayer el médico ante un paciente que «además es amigo», según dijo.

Cavadas ya forma parte, de alguna manera de la familia Koech ya que Mike le pidió al cirujano que eligiera el nombre de su tercera hija. «Me dijo que prácticamente me la debía a mí y que le pusiera nombre. Mi madre acababa de morir y yo sé que hubiera llorado muchísimo con esta historia» y de ahí que la pequeña se llame «Carmen, como mi madre, creo que será la única Carmen Koech de toda Kenia», bromeó el cirujano.

Mike vuelve este domingo a África tras su última intervención, «fuerte, contento y extremadamente agradecido», según expuso ayer ante los medios y con posibilidades de poder luchar a diario para sobrevivir. «El doctor me ha ayudado porque estaba débil y no podía pelear y ahora estoy fuerte» para hacerlo, aseguró el joven que se gana la vida conduciendo una motocicleta en Kenia. Mike se vuelve, además, con prótesis nuevas para sus piernas ya que se quemó de pequeño y perdió los pies.

Cavadas narró ayer cómo se enteró en el arco de seguridad del aeropuerto Charles de Gaulle de París de camino a España. «Eso cambió todo el plan quirúrgico. Ahora vuelve a Kenia, de momento curado, y con prótesis y gafas nuevas».