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Detenido, torturado, juzgado en consejo de guerra y encarcelado el mismo año del informe secreto: «Nadie que no lo haya pasado se lo puede imaginar»

Julio Marín, nacido en el centro de Valencia el año 1936 e hijo de un comunista que se exilió tras la guerra, fue uno de los primeros universitarios detenidos, torturados, conducido ante el Juzgado Especial Nacional de Actividades Extremistas y condenado a largos años de prisión al ser acusado de organizar el PCE en la Universitat de València y ser el dirigente universitario de los comunistas. El historiador Benito Sanz Díaz, en su libro Rojos y demócratas. La oposición al franquismo en la Universidad de Valencia 1939-1975, reconstruye aquella redada policial de 1959 y desgrana el calvario al que Julio Marín fue sometido después de su detención, en plena madrugada, y su traslado a la comisaría de la calle Samaniego de Valencia para el interrogatorio.

«Lo meten en una celda sin luz, para que pierda la noción del tiempo, durante nueve días. Como se niega a hablar le darán continuas palizas y le aplicarán corrientes eléctricas, lo que le provocará estados de inconsciencia», explica Benito Sanz. Luego, tras el consejo de guerra por el que le pidieron ocho años de prisión y acabaron condenándole a diez, a Julio lo enviaron a la cárcel de Valladolid como peligroso intelectual universitario.

En su ensayo, Benito Sanz refiere la cruel bienvenida que recibió el joven Julio en el penal vallisoletano. Lo obligaron a ir a misa y a comulgar. Él se negó a tomar la comunión porque no era creyente. «Como represalia lo encierran en una celda de castigo, aislado durante un mes. La celda no tiene cristales, solo rejas». Y en ese enero el frío era crudo, inhumano.

Después de cuatro años y medio salió de prisión. Hoy, con 80 años, profesor emérito de Medicina y condecorado hace tres semanas con la Medalla de la Universitat de València, Julio Marín muestra firmeza en todo aquello que le movió al compromiso político. «Yo estaba convencido de lo que hacía, de qué era lo que tenía que hacer. Uno ha de estar de acuerdo con lo que piensa. Sabía perfectamente a lo que me arriesgaba cuando empecé a hacer política en la clandestinidad en oposición al régimen de Franco. La clandestinidad, en los años cincuenta, no era una broma. Y caí en la redada de 1959 en Valencia porque las cosas no se hicieron bien. No hubo las debidas prevenciones», detalla. Prefiere no hablar de las torturas, de la celda de castigo o de la cárcel. «Eso está ahí y nadie que no lo haya pasado se lo puede imaginar», zanja.

Cuando salió de prisión en junio de 1963, a los 26 años de edad, ya no participó directamente en la lucha política clandestina. «¡No podía, ya estaba fichado! Me dediqué, principalmente, a mi profesión», dice. Se convirtió en profesor de Medicina Interna en 1972 y veinte años después obtuvo la Cátedra de Neumología, la primera de España. Ha pasado mucho tiempo, y muchas cosas, desde aquella redada anticomunista de 1959. Julio Marín, en cambio, recalca que hay cosas que no cambian. «Yo nunca he cambiado la forma de pensar: seguía pensando lo mismo que pienso ahora».

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