«Yo no soy una de esas». Vencer esa convicción e identificarse como sujeto paciente de una situación de maltrato es uno de los pasos más difíciles para una víctima de violencia machista. Casi todo en el entorno sigue estando en contra: una socialización diferencial -la educación en desigualdad que sigue otorgando papeles distintos a ellos (el que procura y protege) y a ellas (la que cuida)-, el mito del amor romántico -quien bien te quiere te hará llorar, usando la frase como resumen de la dependencia emocional y el enamoramiento en pareja como única forma viable de integración social- y el mito sobre la violencia -las justificaciones buscadas en el estrés, las enfermedades mentales o en el alcohol y las drogas, por ejemplo.

Son los tres pilares sobre los que se sustenta la peligrosísima invisibilización de la violencia sobre la mujer en sus formas más sutiles, ésa que mantiene en alerta a todos los agentes sociales que tratan de combatir esta lacra y que asisten a diario al fracaso de escuchar a chicas y chicos cada vez más jóvenes frases ya famosas como «si me controla el móvil es porque me quiere» o «que sea celoso es una prueba de amor».

Pero el riesgo de normalización y perpetuación de esas conductas profundamente arraigadas en nuestra sociedad no sólo acecha a adolescentes y jóvenes. También a mujeres en la tercera edad y a aquellas que están entre unas y otras. A todas, sin distinción de edad, condición social, económica, religiosa, política o social. Estos son algunos de los indicadores, facilitados por la psicóloga de intervención grupal del Centro Mujer 24 Horas de Valencia Amparo Chávez, que pueden ayudar a cualquier mujer a identificarse como diana de una relación de maltrato. Es el primer paso para salir en busca de ayuda.

El primer escalón en el ciclo de la violencia machista

Insultos, menosprecios, humillaciones. «No vales para nada», «no te enteras», «no entiendes»...

Control social. Desde el más reconocible -la prohibición de mantener relaciones con la familia, con amigos, con compañeros de trabajo, etc...- al más oculto, cuando lo disfrazan de falsa protección o de manipulación: «¿Para qué vas a salir de cena si ya me tienes a mí para eso?», «esa amiga tuya no te conviene», «me preocupa que salgas sola de noche [aunque haya quedado con una decena de personas]» o «sal si quieres, pero yo me voy a quedar aquí solo y aburrido».

Silencios de castigo. Van seguidos de cualquier acción de la mujer que ha generado desaprobación por parte del maltratador.

Control económico. Percibas o no un salario, él se inmiscuye en cada céntimo gastado. Se te cercena la libertad a disponer del dinero, ya sea para consumo propio, para la casa o para los hijos.

Anulación. Tus preocupaciones no importan y son menospreciadas frente a las de él.

Culpabilización. El maltratador te responsabilizará de sus problemas y de sus fracasos. «He chocado con el de delante porque me has puesto de los nervios» o «si no me dieras la brasa, estaría más centrado en el trabajo y mi jefe no me reñiría». Otra versión es amenazar con el suicidio o simular autolesiones.

Exigir demostraciones de amor. Es un tipo de manipulación y denota absoluta falta de confianza.

Celos. Es una prolongación de lo anterior. Control de la mujer en todas sus facetas vitales: dispositivos, redes sociales, acoso, seguimientos físicos...

Enfados desproporcionados y golpes a los objetos. Estallidos de ira, verbal y/o física, ante hechos triviales. Sirven para mantener aterrorizada a la mujer.

Romper objetos de ella. Desde una foto, al móvil, pasando por prendas, libros o cualquier cosa importante para ella.

Hacer daño a animales. Especialmente si la mascota es de ella.

Hacerle creer que está loca. Genera un gran estado de confusión y debilitación emocional en la víctima.

El sexo en una relación desigual está cuajado de abusosAgresiones sexuales y abusos

. Cualquier relación sexual no deseada, desde un beso a una penetración, pasando por el resto de variedades, es un abuso o, incluso, una violación. No es necesario que medie la violencia. La mujer no está obligada a acceder a los deseos y necesidades sexuales de su pareja.

No reconocer las necesidades de la mujer. Tanto a la hora de decidir mantener cualquier relación sexual -rechazo a la iniciativa de ella y obligatoriedad cuando es él quien demanda sexo- como a las formas de desarrollarla.

El silencio como castigo. De nuevo la táctica del silencio prolongado como coacción ante una futura negativa a tener sexo cómo y cuando él quiere.

Sensación de obligatoriedad. La mujer se convence de que plegarse a los caprichos y demandas sexuales de él es su deber.

La más reconocible, pero la más justificada en hechos externosPuñetazos y patadas

. Golpes con objetos. Lesiones con arma blanca. Son claramente reconocibles, pero muchas mujeres -y su entorno- lo justifican en el alcohol, en enfermedades físicas y/o mentales, en las drogas o el estrés.

Zarandeos, empujones, pellizcos, tirones de pelo, escupir... La variedad es enorme y habitualmente se produce en escalada de intensidad. Cualquier agresión física es eso, una agresión. Tolerarlo u ocultarlo ante un médico sólo conduce a perpetuar el maltrato.

Amenaza física con armas u objetos cotidianos. Aterrorizar a la mujer hasta causarle daño o conducirla al suicido.