Cuando el valenciano José Vicente Colomer y su colega de trabajo se subieron ayer en Madrid al coche para llegar a Valencia no sabían que el viaje duraría más de 15 horas. Ni tampoco que pasarían la noche "mal durmiendo" en el vehículo en la A-3. Ni que su cena se la traería personal de la Unidad Militar de Emergencia (UME) y de Cruz Roja sobre las 5 de la mañana. Ésta es la historia de una travesía lenta, "agotadora" y fría.

"Sobre las 17:30 horas de la tarde de ayer circulábamos por la A-3 a unos siete u ocho kilómetros de Buñol. Estaba nevando, pero se podía circular", relata Colomer. Sin embargo, poco después él, que iba de copiloto, y su socio, que iba al volante, se vieron obligados a detenerse. "No sabíamos qué pasaba. Había coches parados hasta donde nos alcanzaba la vista", explica por teléfono. El reloj todavía no había dado las seis de la tarde. No volvieron a rodar hasta prácticamente las ocho y media de la mañana.

"Detrás de mí había miles de coches más, que quedaron atrapados durante toda noche", insiste José Vicente, quien considera que "algo se ha hecho mal en cuanto a organización y previsión". Caída la noche, estaban "parados, cansados e incomunicados", pues sobre las dos de la madrugada los teléfonos móviles perdieron la cobertura.

Colomer, que estaba tomado un té caliente ya en casa durante esta conversación tras ser reabierta la circulación, cuenta que sobre las cinco de la madrugada efectivos de la UME, la Cruz Roja y la Guardia Civil tocaron a la ventanilla de su vehículo. "Tanto mi compañero de viaje como yo estábamos medio dormidos, después de tantas horas", dice. El ejército, los voluntarios y los agentes les proporcionaron mantas, agua y algo de comer. "Llegaron muy tarde", lamenta. Alrededor de las nueve de la mañana de hoy ha conseguido hablar por teléfono con su mujer. "Por fin", suspira.