Tres comidas al día (desayuno, comida y cena) con un coste total de 3,7 euros por persona para los tres ágapes. El comensal, de hecho, ni siquiera paga, y el alojamiento lo tendría incluido. Sin embargo, nadie quiere ir a ese comedor ni tocar esa cama. Es el dinero que se destina a la alimentación de los reclusos de las cárceles de Picassent, Castelló y Albocàsser. El precio, llamativamente bajo, se consigue gracias a compras centralizadas como las que ayer se formalizó para las prisiones valencianas.

Es una compra de la materias primas para la alimentación de todo el año de los internos valencianos: un total de 23 lotes adjudicados a distintos proveedores por 4,9 millones de euros. Desde una partida para carne fresca de 612.000 euros, a un lote de café por 26.000 euros. Desde un lote de patatas, cebollas y ajos por 123.000 euros, o una compra de verduras y hortalizas frescas por valor de 195.000 euros, a una pequeña partida de 35.000 euros para helados.

Fuentes del ente estatal Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo, encargado de organizar la compra de alimentos para las cárceles, explican que en los últimos años se está produciendo una importante transformación en la alimentación carcelaria. Por un lado, desde 1997 se centraliza la mayoría de compras para obtener mejores precios, y se deja en torno al 25 % de la alimentación para que la adquiera cada centro penitenciario a proveedores locales.

Por otro lado, el tipo de alimentación ha cambiado. «Hay que educarles la alimentación. Por ejemplo, en general no les gusta el pescado, como a los niños. No están acostumbrados en muchos casos a una alimentación equilibrada y han de adaptarse», señala un portavoz.

Los responsables recalcan una idea: no hay que olvidar que están cautivos. Han perdido la libertad y tienen que comer lo que se les propone y sea bueno para su salud. «Pero intentamos que se combine una dieta equilibrada con algo placentero. Que haya verdura y legumbres, pero también huevo frito, ternera o salchicha. Y atendiendo a la gastronomía local: en Valencia, por ejemplo, una vez a la semana se sirve paella», explican. En la cárcel hay tantos menús como ordena el personal médico. Los menús, sugeridos por el personal de cocina y médico de cada prisión, son validados por un nutricionista a nivel estatal. Hay quejas de los internos y se intentan atender, admiten fuentes del ente estatal. «Pero el menú es el que es, y salvo indicación médica o problema cultural, se lo han de comer».