El PP valenciano tuvo que tragarse ayer otro sapo en términos políticos y sufrir de cuerpo presente como su líder nacional, Mariano Rajoy, dejaba a la organización fuera de los círculos de poder de Génova. Ningún valenciano, a excepción de Esteban González Pons, que tiene garantizada su silla por su condición de portavoz europeo, entró en el comité de dirección, el sanedrín que se reúne todos los lunes y donde se toman las decisiones claves. A una vicesecretaría general llegó a aspirar la dirección regional capitaneada por Isabel Bonig con el convencimiento de que, tras el ninguneo de haberse quedado fuera del Gobierno central (ni ministros ni segundo escalón), era el momento de ser tenidos en cuenta.

El reto, con todo, era complicado, máxime cuando Génova sigue mirando de reojo a una organización que arrastra un pasado lleno de minas por los casos de corrupción. Con todo, Rajoy nunca ha hecho sus equipos pendiente de los equilibrios territoriales y, además, en este caso, el margen era inexistente ya que el líder nacional ratificó a todo su núcleo duro, con Dolores de Cospedal, como secretaria general.

Tampoco la visibilidad que se buscaba se logró en el reparto de sillas del comité ejecutivo, un órgano más amplio que se reúne una vez al mes, pero que no lleva la estrategia del día a día del partido. Desde el punto de vista cuantitativo, el PPCV pierde una plaza y pasa de ocho a siete miembros, si se cuenta la silla que dejó vacía la fallecida Rita Barberá.

La lectura positiva para Bonig y su equipo es que consigue cierta renovación y, sobre todo, situar a su mano derecha, Eva Ortiz, que estaba fuera de este órgano. También continúa el presidente provincial de Alicante, José Ciscar, uno de los principales apoyos de la lideresa. Pero la lista leída ayer por el propio Rajoy contenía también un caramelo envenenado para la actual cúpula regional sobre todo de cara a los congresos regionales y provinciales que se avecinan. Y es que el presidente del PP de Valencia, Vicente Betoret, entra en la ejecutiva, lo que refuerza sus opciones para continuar al frente de la provincia. Bonig y Betoret llevan tiempo enfrentados, un divorcio que tiene su origen en la política de líneas rojas contra los imputados.

El gesto de Rajoy al integrarlo en este órgano es una suerte de rehabilitación para un dirigente que meses atrás había estado en el foco por la investigación de Taula.

Con todo, es la provincia de Alicante la que salva la cuota de valencianos en Madrid y la que sale más reforzada. Junto a Ciscar la plaza de mayor relumbrón es para el presidente de la Diputación de Alicante, César Sánchez, que se ocupará la secretaría ejecutiva de la formación. El alcalde de Calp, un valor en alza, gana visibilidad en Madrid, una compensación por su renuncia a plantar cara a Ciscar en la presidencia provincial de Alicante. Por contra Sánchez sustituye a la senadora valenciana Susana Camarero. La exsecretaria de Estado no consigue mantener su puesto en Génova pese a su buena relación con Cospedal. Su falta de conexión con Bonig ha jugado en su contra. Otro de los damnificados es el diputado alicantino Gerardo Camps cuyo nombre también había estado en el punto de mira por Taula y carecía del apoyo de Ciscar.

Ayer no faltaban quienes señalaban la excesiva dependencia de Bonig con el PP de Alicante, ya que la lideresa no ha situado a nadie de su confianza de la provincia de Valencia. Con todo, el territorio más damnificado es el de Castelló. El presidente de la provincia, Javier Moliner, es el único de los barones provinciales que se queda fuera. Bonig, miembro nato en su calidad de presidenta regional, es de esta provincia. Vicent Sales, vicepresidente de la diputación de Castelló, estará solo en la junta directiva.

Como miembros natos siguen González Pons y el senador Pedro Agramunt, que se queda como único representante de la vieja guardia del PPCV ya que también sale el exministro y cabeza de lista de las generales por Alicante José Manuel García Margallo.