Dos derrotas consecutivas en las últimas elecciones generales, con el PSPV como tercera fuerza tras la alianza Podemos-Compromís-EU, y una progresión que en diez años ha supuesto pasar del 35 % de los votos (2007) a menos del 21 % (2015) y con el bipartidismo roto. Ese es el universo de la socialdemocracia valenciana en pleno 2017. El mismo escenario, aunque pueda parecer una paradoja, que le ha permitido regresar 20 años después al Palau de la Generalitat.

El contexto, sin elecciones a la vuelta de la esquina y con el PSOE en crisis y descabezado, da para una necesaria reflexión. Parar la pelota y pensar antes de repartir juego en el campo. Es el objetivo de la convención de ideas convocada por el PSPV el próximo fin de semana en la Universitat Politècnica de València (UPV).

El documento base, que ya ha empezado a distribuirse entre la militancia para recoger sus aportaciones, pivota sobre tres ejes: derechos cívicos y sociales, economía y valencianismo. Los dos últimos suponen un órdago al PP, que los ha hecho fundamentos de su discurso durante las últimas décadas. Especialmente por cómo están planteados.

El partido que lidera Ximo Puig quiere acabar con cualquier prevención hacia la empresa procedente de sus orígenes marxistas. Lo dijo en voz alta el propio secretario general del PSPV en el último comité nacional y ahora aparece por escrito en la hoja de ruta para una nueva socialdemocracia del siglo XXI.

Su objetivo es «un modelo que genera las mejores condiciones para que las empresas inviertan, creen empleo y mejoren salarios». Dicho de otra manera, «mayor crecimiento» para una «mejor redistribución». Ni especulación ni ansias «renacionalizadoras». Es el camino que observa el PSPV entre el PP y Podemos, sin mencionarlos explícitamente. Acabar con la idea de que el PP es el partido que mejor gestiona la economía es la idea que subyace en el nuevo discurso económico.

Este va ligado a un eje clásico de la socialdemocracia, el de la recuperación de derechos sociales y cívicos. Supone hablar de esfuerzo en la educación y en la sanidad públicas.

El documento para la convención, coordinado por la economista Blanca Marín (la gerente de la Entidad de Gestión de Infraestructuras de la Generalitat, EIGE), tiene como tercer eje el «valencianismo inclusivo» del que Puig ya dejó pistas en el reciente comité nacional. Evitar aristas que separen es el sonido de fondo hacia una identidad que se extienda desde Vinaròs hasta Pilar de la Horadada. Un valencianismo que habla en la lengua propia y en castellano. El «otro es menos integrador», en palabras del jefe del Consell en una aparente referencia al valencianismo de raíz fusteriana (Compromís).

El giro valencianista va unido a un proyecto fuerte de partido, con voz propia ante Ferraz y la Moncloa, que antepone «los intereses valencianos». En resumen, quitarle a la derecha el mensaje de que es la que mejor defiende al territorio tras las campañas del pasado por el agua o la lengua.

La «vía valenciana»

La «vía valenciana» (el título de la convención) tiene así como gran objetivo aumentar el público de la socialdemocracia. Así lo dice el documento: presentar «una propuesta abierta donde puedan encontrar espacio amplias capas de la ciudadanía, alejada del espectáculo y centrada en recuperar el valor de la buena política». ¿Qué es esta? Ese ya es otro debate.