Primero crean el problema y luego nos ofrecen la solución. O bien podría afirmarse lo contrario , pues es la solución la que creó el problema. Ni es acertijo ni un trabalenguas. Es el negocio de la llamada caza mayor en nuestras comarcas del interior valenciano.

Durante la década de los noventa del pasado siglo, las diferentes Consellerias que tenían las competencias en materia de caza apoyaron y fomentaron descaradamente los vallados cinegéticos para la práctica de la caza mayor. Las mismas Consellerias y sus ojos sobre el terreno, ingenieros responsables de área y agentes forestales, con honrosas excepciones, miraron para otro lado cuando los dueños de los vallados, todos ajenos a estas comarcas, cortaron caminos y veredas públicas e instalaron vallados que incumplían la propia normativa oficial.

Después y una vez asegurada la necesaria intimidad , se procedió a la suelta de ciervos, corzos, jabalíes, gamos, muflones y arruís. Con el tiempo todas estas especies escaparon de los vallados, se reprodujeron y se convirtieron en el problema que hoy son para muchos cultivos agrícolas. ¿Responsabilidades de propietarios y gestores autonómicos? Ninguna. Ahí siguen.

Tras años de tan inteligente gestión , que se mantiene en la actualidad y totalmente indiferente a los cambios políticos de las alturas, en los últimos años la Conselleria y la Federación de Caza colaboran con Sociedades de Cazadores locales para organizar batidas de estos animales y así «acabar con el problema». El que ellos crearon, con la finalidad de implantar una modalidad de caza que era prácticamente desconocida en estas tierras.

Sí el fomento de la caza mayor creó el problema, no será esa caza el que lo venga solucionar. Y el que lea estas líneas, sepa que el problema no me es ajeno. Que cada año veo los daños en mis cultivos y que yo también tuve que vallar, pero no para tenerlos dentro, sino para mantenerlos fuera. Pese a ello nunca sería capaz de dar muerte a esos animales fascinantes, libres, hermosos y llenos de vitalidad, porque ellos no son los responsables de la situación creada. Por ello no puedo dejar de rechazar imágenes como la de la última batida en el monte público de La Hunde (Ayora) y su cosecha de muerte a manos de gente que, en su inmensa mayoría son indiferentes a los daños pues se mueven por otro afán, el de la muerte fácil, la muerte como diversión y espectáculo compartido.

A imagen y semejanza de Dios dice haber sido creada la especie elegida. Difícil no preguntarse ante la hiriente impresión de tantos cuerpos inertes y ensangrentados, pero todavía esbeltos, gráciles y bellos, rodeados por sus oscuros matadores de trazos gruesos y miradas ausentes, dónde se hizo cuerpo la semejanza divina. Busco la devoción y el respeto ante la vida abatida y no la encuentro, quizá el rasgo salvador que reencontrara al hombre con su ascendencia perdida.

¡ Qué diferencia con las escenas remotas de lejanas cacerías! Aquellas, eternas y fijadas sobre piedra, piedras de nuestras mismas sierras. Animales y hombres, hombres y animales, siempre rebosantes de vida y esfuerzo por conservarla.

Esas imágenes de nuestras cuevas y abrigos son un homenaje y una veneración a la vida que debía ser sacrificada, pero siempre respetada. Esta de hace apenas unos días, apresada en la fugaz y prescindible pantalla del móvil, más parece un coro de pasmados cautivos ante sus muertos señores, de ojos vigilantes pero fríos. Si algo no muestran las otras miradas, las de los vivos, es rastro alguno de fatiga y esfuerzo.

La lucha fue legal , con todas las bendiciones y cuños de rigor, pero abiertamente desigual. Impropia de seres que reclaman el trono de la vida creada. Insolencia del tiempo presente.