Más de 37.000 personas han muerto ahogadas en el Mediterráneo desde el año 2000. Ese dato, ya de por sí es estremecedor, sería motivo más que suficiente para llevar a la reflexión y a a replantearse qué Europa se está construyendo. Pero, para poner de manifiesto cifras como esta, y también para llamar a la acción real a los gobiernos de los países miembros, y a la propia Unión Europea, sobre el sufrimiento al que se enfrentan millones de personas refugiadas, se convocaron ayer en más de 30 ciudades españolas manifestaciones simultáneas en las que participaron toda clase de plataformas sociales.

Concretamente, en València, se dieron cita más de 40 entidades y más de 5.000 personas en una marcha que salió desde la Delegación de Gobierno y que acabó en el CIE de Zapadores, frecuentemente cuestionado y cerrado desde hace cinco meses por una plaga de chinches.

Antes de iniciarse la marcha tomaron el micrófono integrantes de varias asociaciones. Así, desde la Coordinadora Valenciana de Ongds se pedía «una Europa inclusiva real y se recordaba que nadie es ilegal y que migrar es un derecho». En Valencia Acoge incidían en que «todas y todos podemos vivir» y gritaban «no a la Europa fortaleza». Y en Casa Camerún criticaban que los gobiernos «protegen los derechos de los mercados mientras que niegan los de las personas». Y denunciaban que «el Mediterráneo, la cuna de nuestra cultura, es la mayor fosa común y hay que acoger a nuestros hermanos que están sufriendo al otro lado».

La protesta se iniciaba al ritmo de batucadas y con consignas de todo tipo como «volem acollir», «Europa, canalla, abre la muralla», «cap menor sense protecció», «mujer y refugiada, doblemente maltratada» o «vallas, redadas y fronteras, así se construye la riqueza europea».

En el manifiesto, leído al final frente al CIE, se exigió una nueva «política de asilo» que «priorice a las personas». Así como una política de fronteras no centrada en el rechazo sino en operaciones de rescate «eficaces que cumplan con el deber de socorro». Y también que se cumplan los cupos y se creen vías seguras para evitar que se emprendan travesías mortales como las que se dan cada día en ese mar Mediterráneo al que en Europa se ve como un lugar vacaciones, pero que desde África es un peligro real y diario.