El atentado del pasado miércoles en Londres a vuelto a poner el foco en el terrorismo yihadista en Europa y en cuestiones como la seguridad en sitios públicos, la coordinación policial o la atención hacia amplios sectores sociales en riesgo de exclusión. Una vez más, el autor, uno de esos «lobos solitarios» fue una persona nacida dentro de nuestras fronteras, aunque con algunas particularidades por el hecho de ser un viejo conocido de la policía por delitos comunes y por su edad, mayor que la media en este tipo de casos.

Levante-EMV ha hablado con la profesora de relaciones internacionales de la Universidad Europea, Beatriz Gutiérrez. Ella pone énfasis en la falta de expectativas y en la sensación de estar contribuyendo a «algo mayor» que tienen estos yihadistas que en la mayoría de casos se forman de manera autónoma a través de Internet y gracias al increíble y muy desarrollado sistema de comunicación de organizaciones como el Estado Islámico. De hecho, asegura que «es muy difícil luchar ante un modelo de resistencia sin líder como el yihadista» donde cualquiera con acceso a Internet puede radicalizarse y convencerse de llevar a cabo un atentado.

A partir de ahí, «es muy fácil que este modelo de islamismo pervertido pueda reclamar cualquier tipo de violencia. Lo toman como un juramento de lealtad que les ayuda a expandir y difundir su doctrina», argumenta. La profesora explica que, lejos de lo que se pueda pensar en Europa, donde un acto suicida de este tipo se ve como algo «irracional» para una mentalidad islámica radical «puede ser un acto muy reflexivo y racional. Al inmolarse, que no es lo mismo que suicidarse, se ganan el cielo no solo para sí mismos, sino para sus familias. Además, en muchos casos, organizaciones como Hamas en Palestina se encargan de mantener a sus seres queridos y también pasan a ser mártires y héroes, lo cual es un orgullo para sus familias».

Para Gutiérrez el Estado Islámico viene a ser como el hijo digital de Al Qaeda y matiza que esta nueva forma de actuar hace que entre los numerosos grupos o individuos dispuestos a actuar el único vínculo sea el ideológico. Ella recuerda que el origen de esta forma de «resistencia sin líder» se remonta a los grupos supremacistas blancos estadounidenses, y que Al Qaeda lo recuperó en 2001 cuando sufrían un importante problema de recursos humanos y técnicos. «Lo que antes era un grupo de tres o cuatro personas, ahora puede ser, y muchas veces es, como en Londres, de una sola. Si tienes contacto con la organización esta te puede proporcionar armas y dinero, pero sino te dice cómo con medios cotidianos como un coche, un cuchillo, o una escopeta, puedes actuar por tu cuenta, te sugiere lugares donde hacerlo para que tenga la máxima repercusión y sea mediático...»

Otra motivación que lleva a jóvenes y no tan jóvenes a radicalizarse es el hecho de sentir que forman parte de una especie de «nueva familia» o «grupo social mayor», más aún en contextos socioculturales de exclusión o marginación. Gutiérrez indica que ellos intentan «reconstruir una pseudosociedad, formar parte de algo que es tuyo y que sientas que tú lo construyes, pero formando parte de algo mayor». Eso sí, ella matiza que realmente son muy pocos los que dan el decisivo y trágico paso de informarse o formarse delante de un ordenador a pasar a la acción y decidirse a matar.

No obstante, cuando esto sucede el potente aparato mediático de organizaciones como el Isis se encarga de alabarles, convertirlos en mártires en una clara apuesta de la estrategia llamada «propaganda para la acción. La cual tampoco es nueva, sino que, como recuerda la citada profesora, la inventó Piotr Kropotkin en el siglo XIX como una de las claves del movimiento anarquista prerrevolucionario ruso. Con ella se pretende «movilizar a las masas a través del ejemplo. Sería algo así como «me inmolo, pero doy ejemplo a otros para que hagan lo mismo»», explica Gutiérrez.