«Ya está bien; te la vas a ganar; ¿cuántas veces te lo tengo que repetir?; enséñame las manos, que yo las vea; te he dicho que te pongas la chaqueta...». A muchos padres y madres todas estas expresiones le sonarán familiares, incluso demasiado. Forman parte del «tercer grado» al que en muchos hogares se somete a los menores, según el pediatra Carlos González, quien rechaza el castigo y el exceso de normas y anima a sacar de la cabeza la idea de que niños de dos o tres años «planean dar un golpe de Estado» en casa. «¡Los niños no quieren mandar, porque nadie quiere mandar!», exclamó en el claustro del Castell de Alaquàs, donde ayer impartió una charla de la mano de la asociación Criant Alaquàs.

El pediatra -autor de libros como «Creciendo juntos» y «Mi niño no me come»- ya estuvo en el municipio de l´Horta el año pasado para hablar sobre la crianza con apego, y ayer se centró en explicar que en la educación de los hijos «hay límites naturales que les debemos poner, pero otros no son necesarios ni razonables».

Así, asegura que en algunos hogares se da «una continua sucesión de gritos, órdenes, amenazas y castigos, que hacen desagradable la vida de los niños y los padres, e infelices a todos». En muchos casos, el problema radica en que «nadie ha enseñado a los padres a mandar; para muchos es la primera y única experiencia de autoridad en sus vidas», matiza. También critica duramente el tono empleado: «Nadie obedece una orden mal dada ¿Por qué a nuestros hijos les hablamos como no hablaríamos a ningún compañero de trabajo o vecino?», se pregunta.

González destaca que los padres no tienen que «ganarse» la autoridad: «todos la tenemos, hasta los maltratadores. Nuestros hijos nos quieren con locura y están deseando obedecernos», asegura. Además, avisa que las broncas por tonterías pueden acabar en una pérdida de autoridad cuando realmente esta sea necesaria: «Es como el dinero, si lo gastas en tonterías, cuando haya algo importante no te quedará». Y es que es «errónea la noción de que a los niños pequeños se les puede inculcar la disciplina haciéndoles obedecer normas», asegura el pediatra.

Tendencia a medicar

Otro de los temas que trae de cabeza a los padres es el de las rabietas, que «no son teatro» y «no se pueden fingir». «No lo hacen para tomar el pelo, lo pasan mal», asegura. Además, también considera «normal» que los niños protesten, y son los padres los que deben saber afrontar su frustración. «Solo los padres pretendemos algo tan absurdo como que nos obedezcan sin rechistar y diciéndoles ´a mí no me pongas esta cara´», dice.

No se trata de darles todo lo que quieran, sino «tratarles con cariño» y hablarles en un tono amable. «Millones de niños pintan las paredes de casa, pero no se salen con la suya, porque ninguno sigue a los 15», pone como ejemplo.

El pediatra tampoco se muestra partidario de dar premios como recompensa, porque «reducen la calidad moral del acto» y critica la excesiva tendencia actual de diagnosticar problemas de conducta y medicar. «Si a un deportista le pillan tomando una pastilla le quitamos todas las medallas, pero a un niño de ocho años sí le podemos dopar para que esté en las aulas», reflexiona.

Ramón y Cajal con 11 años voló la puerta de su vecino a cañonazos de pólvora, y Santa Teresa de Jesús se escapó de casa en busca del martirio. «No gustaban, pero se sabía que eran cosas de niños y que pasaban con la edad. Ahora todo son problemas de conducta que necesitan tratamiento», concluyó.