El presidente de la Diputación de Castelló y del PP de esta provincia, Javier Moliner, sorprendió ayer a propios y ajenos con el anuncio de que no optará a la reelección en el cargo del partido en el congreso provincial que tendrá lugar el próximo día 3 de junio. La noticia supone un revés para la recién elegida presidenta del PP de la Comunitat Valenciana, Isabel Bonig, ya que se abre en su provincia de origen un periodo de incertidumbre que se suma a la guerra abierta ya por el control del partido en la provincia de Valencia. Moliner era uno de los apoyos con los que Bonig ha contado en los dos años que lleva al frente del partido y, aunque no eran íntimos, el barón provincial ha garantizado todo este tiempo a la lideresa la paz en este territorio. El propio Moliner confesó en la rueda de prensa ofrecida que tanto Bonig como Mariano Rajoy le habían insistido en que reconsiderara su decisión.

Bonig tendrá ahora otro motivo de preocupación ya que, a expensas de lo que pase en Valencia, necesita que sus alianzas vayan más allá de la que ha tejido con Alicante. El barón provincial, José Císcar, es uno de su apoyos más sólidos y es el que, salvo sorpresas, tendrá el congreso más tranquilo. Pero es un riesgo que sea el único sobre todo si Vicente Betoret logra revalidar la presidencia en Valencia frente a la candidata oficiosa de Bonig, Mari Carmen Contelles.

Hasta ahora Moliner ejercía de sostén de Bonig, si bien es cierto que mantenía ciertas reservas sobre su liderazgo. Salió trasquilado en el Congreso Nacional ya que fue el único de los presidentes provinciales que no entró en el comité ejecutivo. Según algunas fuentes, su nombre cayó de la lista de peticiones de Bonig a Génova, un gesto que habría molestado al dirigente castellonense. En el último congreso regional celebrado hace dos semanas, Bonig hizo un gesto con la provincia al situar al diputado Rubén Ibáñez en el sanedrín. Sin embargo, Ibañez no formaba parte del entorno de Moliner.

En todo caso, el jefe de la Diputació de Castelló precisó ayer que se trataba de una decisión «muy meditada» y «exclusivamente personal» fruto de su firme creencia en la regeneración . Rechazó que su salida pueda debilitar el partido o generar tensiones internas por su sucesión porque «quedan dos años para preparar el relevo» en alusión al relevo en la corporación provincial si el PP gana de nuevo en la institución. La reflexión apunta a que Moliner plantea una retirada absoluta de la política al acabar la legislatura.

Lo cierto es que la decisión pilló con el pie cambiado a la organización. Los principales dirigentes del partido desconocían los planes de Moliner, quien lo había mantenido tan en secreto que la mayoría de sus diputados provinciales no salían de su asombro. Fuentes de la dirección regional indicaron que Bonig lo sabía desde hacía unos días y se mostraron confiadas en que el relevo se dirimirá con normalidad en el congreso provincial.

Con todo, resulta evidente que sin Moliner de candidato el proceso tendrá turbulencias ya que puede dar pie a candidaturas alternativas. Sobre los posibles nombres para relevarle en el cargo, Moliner se limitó a señalar que será «lo que elijan los militantes». Con todo, ayer todas las miradas estaban puestas en dos personas: el vicepresidente de la diputación, Vicent Sales (que suena como favorito para un relevo controlado), y la mano derecha de Moliner, el diputado Miguel Barrachina. El primero controla la institución y el segundo, el partido, aunque su escaño en Madrid puede ser un impedimento.