Murió a miles de kilómetros de València. Hacía más de 40 años que se había desentendido de su mujer y de sus hijos. Se marchó a otra comunidad autónoma, jamás pasó manutención por su hijos, ni llamó por teléfono, ni tuvo relación alguna con la que fuera su familia. Cortó por lo sano y falleció solo. El ayuntamiento de la ciudad donde vivía se hizo cargo del entierro, ya que el hombre no tenía contratado un seguro de decesos ni familia que costeara los gastos.

Un tiempo después, aquellos hijos a los que dejó en València recibieron una carta donde les reclamaban los gastos del entierro de un padre que ni conocían. Ni sabían donde vivía, ni sabían que había muerto. Sin embargo, tenían que pagar. Y es que, cuando no hay seguro de decesos de por medio o el fallecido carece de recursos, los herederos tienen la obligación de pagar el entierro. No se pueden negar. Aunque no tuvieran relación con el fallecido. Aunque ni tan siquiera lo hayan conocido. Si no tiene mujer o hijos, tampoco importa. La obligación pasa a hermanos y sobrinos. La sangre, es la sangre. Los sentimientos van aparte.

El artículo 1.894 del Código Civil lo deja claro: «Los gastos funerarios proporcionados a la calidad de la persona y a los usos de la localidad deberán ser satisfechos, aunque el difunto no hubiese dejado bienes, por aquellos que en vida habrían tenido la obligación de alimentarle».

La ley no permite a los familiares «desentenderse» del fallecido. Aunque tampoco cuenten con recursos esconómicos para hacerlo. Lo único que podría salvarles de asumir el coste del entierro es que el fallecido tuviera bienes o el dinero suficiente para sufragar un sepelio cuyo coste medio, aunque varía según las comunidades autónomas, es de unos 3.500 euros en la Comunitat Valenciana, según el último estudio publicado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). La otra alternativa es que los familiares (todos ellos) tengan una declaración de insolvencia.

La mitad de la población

El ayuntamiento de turno siempre se hará cargo del cadáver y le dará sepultura (o en fosa común o mediante la cremación) para luego pasar el cargo a la familia, si la hubiera.

El seguro de decesos elimina de un plumazo cualquier tipo de problema que surja tras la muerte de un familiar. El abanico de precios incluye tarifas de 12 euros al mes y varía en función de la edad y sexo del asegurado.

Sin embargo, el 54,3% de la población valenciana no tiene seguro de decesos, según un estudio de la Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras y Fondos de Pensiones (ICEA). Es decir, hay 2.256.624 valencianos asegurados en 877.999 pólizas de diferentes compañías que ofrecen el servicio completo (funeral, féretro, entierro o incineración, flores, traslado, velatorio...). El principal reclamo es «facilitar a la familia» los trámites burocráticos y el servicio de un entierro que deberán buscar ellos mismos, sin conocer el sector y con el dolor de hacerse cargo de la muerte de un familiar. Este seguro, sin embargo, ya no es «cosa de abuelas».

Y es que, según se desprende de las estadísticas publicadas por ICIE , el que ha contado con un seguro de decesos (sufragado, principalmente por los más mayores de la familia), lo mantiene cuando fallece la persona que lo pagaba. Por eso, el número de pólizas o de asegurados entre 2014 y 2015 no varía ni en un 1%. El que tiene seguro, lo sigue pagando (aunque cuente como un alta nueva) ya que lo contrario significa «perder» el dineral que se ha invertido durante todos los años en que alguien lo había ido pagando.

Recomendación de la OCU

Ahora bien, desde la OCU advierten que el seguro de decesos «no sale a cuenta», ya que «si se tiene en cuenta el precio y la esperanza de vida, el asegurado pagará, normalmente, mucho más dinero en primas del que haya asegurado». Es más, el informe de la OCU afirma que «incluso con una compañía barata, si contrata el seguro a los 65 años y fallece a los 85, habrá pagado 3.437 euros más que el capital asegurado». La OCU denuncia en su informe la «opacidad» del sector de las funerarias a la hora de aportar datos. ¿El consejo de la OCU? «Prescindir del seguro y ahorrar parte del importe que emplearía para pagarlo». Es decir, tener en la cuenta más de 4.000 euros al fallecer para que la familia pueda costear el entierro sin problemas aunque, eso sí, con el «mareo» de realizar los trámites en un momento delicado y doloroso.

El pensamiento de «cuando me muera que donen mi cuerpo a la ciencia» tampoco funciona, ya que desde la Conselleria de Justicia afirman que «la donación debe hacerse en vida y a una institución concreta».