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Perfil

Un general montañero leal a Sabina y Alejandro Magno

El militar que asume el cuartel general de la OTAN en Bétera perdió dos falanges en sus aventuras y considera la montaña una fuente de reflexión

Imagen de una de las aventuras del general Gan, que empezó en el Grupo Militar de Alta Montaña. levante-emv

Dicen que es un general atípico el hombre que mañana toma posesión del cuartel general de la OTAN en Bétera. Solo una persona atípica puede convertirse en el primer español en conquistar los tres polos del planeta (el Polo Norte, el Polo Sur y el Everest) y ser el quinto montañero del mundo en conseguir dicha hazaña.

Solo un hombre atípico puede combinar una titulación universitaria en Ciencias Políticas y Sociología con una formación física de élite en la montaña y compaginarla con una carrera militar que le ha llevado de misión a las guerras de Bosnia, Kosovo o Afganistán.

Solo un hombre atípico puede unir todo lo anterior con una pasión por los poemas de Joaquín Sabina y una fascinación inagotable por la figura de Alejandro Magno y su estrategia de formación oblicua en la legendaria batalla de Gaugamela para ganar a un ejército persa que lo quintuplicaba en soldados, como cuenta su amigo de aventuras Sebastián Álvaro.

El teniente general Francisco José Gan Pampols (Figueres, 1958) es un militar de larga trayectoria. Su currículum es extenso, pero destacan dos hitos recientes: ha dirigido la Academia Militar de Zaragoza y el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, con el yihadismo y el ciberterrorismo como piedras de toque de su preocupación.

Casado y con dos hijos, desciende de padre militar, pero su vocación castrense se despertó hacia los doce o trece años. En una entrevista en Zaragoza TV dijo que no concebía el Ejército como un modo de vida, sino como una forma de vida. No como un trabajo, sino como una actitud vital. «Cultivar la mente, fortalecer el cuerpo y forjar un espíritu son decisiones trascendentales», explica.

Le ocurre algo similar con la montaña. Él la ve como una forma de vida. «Me hace feliz, me hace sentir vivo, me hace reflexionar. Saca lo mejor y lo peor de las personas», relataba en dicha entrevista. El montañero «Curro» Gan participó desde los inicios en el programa «Al filo de lo imposible» de TVE como miembro del Grupo Militar de Alta Montaña, y lleva «heridas de guerra» de sus aventuras contra los gigantes de piedra y hielo: ha perdido dos falanges de la mano izquierda o el pulpejo de las yemas de la mano derecha. Sin embargo, las heridas que más le duelen de la montaña son las vidas de los compañeros que se quedaron en los ascensos y las travesías. De ahí saca una gran lección: «Todo lo que no te mata, te hace más fuerte».

Lecciones de la montaña

La experiencia adquirida en cada montaña le ha servido para trazar paralelismos con la vida. A raíz de ello ha participado en cursos de liderazgo para volcar esas lecciones. Que son la siguientes con sus propias palabras.

Desánimo: es el fruto de la brecha entre las expectativas y la realidad, y para mitigarlo hay que aceptar el sufrimiento y evitar los objetivos desmesurados e inalcanzables.

Frustración: puede esquivarse si uno no se compara con los demás, sino con uno mismo: la competición permanente con lo que a uno le rodea aboca a la despersonalización.

Límites: están para conocerlos y para empujarlos más allá con trabajo, esfuerzo, capacidad de sacrificio, tenacidad y voluntad de sobreponerse. Y una reflexión sobre el azar. «Yo no creo en la suerte, sino en la mala suerte. Suerte es la que cada uno se busca todos los días colocando las condiciones necesarias para que algo ocurra. Cuando eso sucede, no es suerte; es lo lógico. Sin embargo, puede que habiendo hecho todo lo que tenías que hacer, no te salga bien; eso es mala suerte», escribe el teniente general Gan en una de sus ponencias sobre gestión de la adversidad.

Por cierto: el general que se hará cargo de 2.500 militares acuartelados en Bétera tiene una máxima a la hora de confeccionar equipos. Sostiene que hay que pensar primero en la calidad humana de sus miembros. «El que no sabe y no es capaz de perdonar, no es capaz de trabajar bajo presión», dice. Luego viene la actitud y la aptitud para el trabajo en equipo; la inteligencia y creatividad de sus integrantes, pues «no se busca la docilidad ni la disciplina ciega»; y la resiliencia o capacidad de sufrir. Con perdón y sufrimiento. Como si fuera una letra de Sabina o un capítulo sobre Alejandro Magno.

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