La Policía Nacional inició la investigación sobre el último caso de prostitución de menores del centro de acogida de Monteolivete, en València, a mediados de febrero a petición de la Fiscalía de Menores después de que un menor ingresado en otro establecimiento público de la Generalitat denunciase que varias chicas estaban recibiendo dinero y droga a cambio de sexo. Un mes después, a finales de marzo, los investigadores acudieron por primera al centro de la calle Ambrosio Huici y se entrevistaron con la directora y con la subdirectora para tratar de identificar a las víctimas.

Ambas reconocieron, según recoge la causa que instruye el juzgado de València que ha asumido el caso, que «hacía tiempo que sospechaban que estaba ocurriendo algo raro» en relación con algunas de las menores del centro, pero en ningún momento aparece que las responsables hubiesen puesto esa incertidumbre en conocimiento de la Fiscalía o de la propia policía a través de una denuncia formal.

Las sospechas se fundamentaban, entre otras razones, en que dos de las tres chicas, que estaban ingresadas en ese momento en Monteolivete, aparecían con ropa y maquillaje que, según ellas, «no podrían haberse comprado» con la escasa asignación económica que les da el centro para sus gastos personales.

Pero esa no era la única circunstancia que podía generar dudas. Había datos mucho más inquietantes y objetivos. De hecho, las dos responsables del centro admitieron ante los investigadores que una familiar de una de las chicas, que en ese momento tenía 16 años, «hablaba» de la existencia de un anuncio en una conocida página de internet donde figuraba el teléfono de la adolescente ofreciendo prostituirse bajo la leyenda de «chica joven ofrece servicios sexuales».

A mediados de diciembre

La chica contó ese hecho a su familiar a mediados de diciembre, cuando la mayor parte de los encuentros sexuales con el hombre ahora encarcelado por corrupción de menores ni siquiera se habían producido. Tampoco consta cuál fue la gestión de esa denuncia verbal de la pariente de la adolescente, que ahora, y desde el pasado mes de enero, ha logrado la tutela de la niña, lo que ha permitido a esta salir del centro y trasladarse a vivir con su familia.

La directora y la subdirectora aseguraron a los investigadores de la Policía Autonómica y del Grupo de Menores de la Policía Nacional que también habían escuchado rumores acerca de las idas y venidas de otra de las chicas acogidas a un piso próximo al centro de menores de Ambrosio Huici, aunque no existen evidencias de que esa vivienda haya sido utilizada para prostituirse.

El día que las secuestró

En enero, un día antes de que la chica se fuese a vivir con su familiar tras obtener esta la tutela y la guarda y custodia, la mujer acudió al centro a recogerla. Su sorpresa fue mayúscula cuando se encontró con que no estaban ni esta chica ni otra un año menor que ella, de sólo 15. Una tercera menor le informó de que su prima se había dejado el móvil en el centro. Tras hacerse con el teléfono, vio una conversación de Whatsapp en la que ambas quedaban con un adulto al que tenía guardado en la agenda bajo el nombre de «Hijoputa».

La mujer no se lo pensó ni un segundo: llamó al individuo por teléfono y le amenazó con denunciarle si no devolvía a las menores al centro de manera inmediata. Al parecer, el presunto pederasta, detenido el martes y encarcelado el miércoles por el juez, respondió que las llevaría enseguida y se comprometió a no molestarlas más. Sin embargo, los encuentros con las otras dos menores prostituidas -entre seis y diez más- aún se prolongaron hasta el mes de febrero.

Esta mujer no duda en ningún momento de que el arrestado, de 38 años y de nacionalidad española, «sabía que eran menores desde el principio», entre otras cosas, «porque las recogía en los alrededores del centro» de acogida y porque ella misma se lo recriminó cuando habló con él por teléfono, incidente tras el cual la policía tiene constatados casi una decena de encuentros sexuales más, la mayoría con la misma menor, en el interior de la furgoneta propiedad de la empresa para la que trabajaba el detenido y que éste utilizaba a espaldas de sus jefes para citarse con las niñas.