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Memoria Histórica

La lápida de Mariano esperó 75 años

Familiares del represaliado viajan a València para «traerle algo de su tierra», le llevan flores de La Mancha y le dedican una carta, un poema y una copla

La lápida de Mariano esperó 75 años

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La lápida de Mariano esperó 75 años violeta peraita | valència

«Los hijos, los nietos y los biznietos de tus hermanos hemos venido a traerte un trocito de tu casa, esa casa de piedra de donde te sacaron preso un 25 de abril de 1939 y a la que nunca más regresaste. Hemos venido a traerte flores, para que calmen a través del tiempo tu gran sufrimiento».

Este fragmento forma parte de una carta que Asun Vicente escribió, en nombre de toda la familia, a su tío abuelo paterno, Mariano Vicente Vicente. Tras años de búsqueda e indagación en archivos históricos de España, Asun averiguó el pasado enero, como así publicó Levante-EMV, que su tío abuelo había fallecido en València.

Con la ayuda de Matías Alonso, del Grup per la Recuperació de la Memòria Històrica esclareció parte de la historia de Mariano Vicente Vicente, del que nadie, del pequeño pueblo Val de San García ni de su familia sabía nada desde 1941. Asun pudo entonces llevarle flores por primera vez. «Amarillas, sencillas, como él».

La sección 10ª, cuadro 2, fila 7, letra T del Cementerio General de València recibió ayer un regalo: Una parte de la vida de Mariano Vicente descansa ahora con él.

Asun regresó al Cementerio General de València, pero no lo hizo sola. Todo un equipo de la familia Vicente recorrió más de 300 kilómetros con ella. Su padre, y sobrino de Mariano, Justino Vicente, su marido y dos de sus primas, Maria Jesús y Asunción Mallés Vicente llegaron a València a las 11:10 de la mañana y trajeron con ellos una piedra, parte de la casa donde vivía Mariano Vicente, en la que grabaron una placa en su honor: «Murió por la libertad». «Sobre esta piedra que fue de tu morada, en tu morada eterna».

Mariano Vicente Vicente nació en Val de San García, en Guadalajara. El menor de tres hermanos y alguacil del Ayuntamiento, en 1939 fue detenido, posteriormente juzgado y condenado a seis años y un día de prisión por «auxilio a la rebelión».

Ingresó en la cárcel de Zaragoza. Nunca volvió a su casa, pero vio más allá del Ebro. Tras ser trasladado al campamento de penados de Belchite, donde consiguió rebajar la pena por medio de trabajos forzosos, a Mariano le concedieron la libertad condicional el 28 de junio de 1941. Pero «con destierro».

Fue a parar a València, solo, débil. Tenía la obligación de presentarse cada mes en la prisión modelo, pero sólo lo hizo una vez y la Guardia Civil fue a Val de San García a buscarlo. Fue entonces cuando su familia supo que estaba en València.

Aunque se situaba su residencia en la calle Quart número 80, según los archivos oficiales, él nunca contestó ninguna carta. Ingresó en el Hospital Provincial por orden de comisaría en 1941 y allí paso164 días hasta que el 20 de diciembre falleció -según los archivos del hospital y el cementerio- por «extrema desnutrición y «tuberculosis de cadera». Lo enterraron en una fosa común de la sección 10ª del Cementerio General de València la víspera del día de Navidad de 1941.

Un homenaje a Mariano

«Es una satisfacción enorme saber donde está enterrado. Siento que ya puedo estar tranquilo». A sus 80 años, Justino Vicente tiene problemas con la vista y lleva unas gafas de sol para protegerse de la luz. Pero su memoria está intacta. «Mi padre y su hermano estaban muy perdidos cuando dejaron de recibir cartas de mi tío, sufrían por no saber donde podría haber acabado».

Ha sido albañil apasionado y defiende que lo más importante es ser feliz viviendo la vida que uno quiere. Por eso se emociona al recordar que a Mariano, como a miles de personas durante la guerra-y la posguerra- les arrancaron la oportunidad de trazar su camino en la vida como les hubiera gustado. Estaba sereno. Emocionado. «Al menos yo sé donde está mi tío, aunque mi padre se fuera sin saberlo», contaba con la voz entrecortada y una sentimiento profundo que se transmitía con tan solo contemplar su expresión. Una amable, familiar.

«Hemos venido a dignificar su lugar de descanso, a traerle algo de su tierra», contaba ayer Asun. Evocando a la sencillez y a la vida campestre, la familia de Mariano no se olvidó de reflejar ese carácter agrícola en su homenaje. Justino tampoco de recoger un ramillete de trigo de su cosecha, por la que su tío preguntaba en sus cartas, y que tuvo la oportunidad de depositar en su tumba, 75 años después.

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