En la sociedad de las prisas y de la comunicación inmediata, no es fácil ser una persona con tartamudez, y menos fácil sobre todo si eres un niño o una niña con tartamudez. Por ello, es fundamental la preparación de familias, maestros y pediatras tanto para detectar cuanto antes las disfluencias (se calcula que el 1 % de la población española, y de ella el 5 % de los menores presentan este trastorno, el más común en edad infantil) y para ayudar a quienes las sufren a afrontarlas, a fomentar su inclusión y a ser tratados con normalidad.

«No es fácil porque normalmente ni los maestros ni los pediatras están preparados», subraya Yolanda Sala, vicepresidenta de la Fundación Española de la Tartamudez que, en colaboración con la Universidad Católica, ayer organizó en València la III Jornada de la Tartamudez en Edad Pediátrica, un .

«En la jornada ha participado un niño, Germán, que tiene mucha suerte porque desde muy pronto forma recibe la ayuda de la fundación y el tratamiento adecuado para tener confianza en sí mismo -explicaba Sala-. Pero lo normal es que muchos pediatras le digan a los padres de niños con tartamudez que se les pasará, que puede ser una consecuencia del estrés por el cole, o porque le han quitado los pañales, y entonces no reciben el tratamiento adecuado».

En la jornada se hizo énfasis en la importancia de los colegios para los menores con tartamudez. «En el cole pasan muchas horas y para muchos es un territorio hostil. A mí me pasaba -reconocía ayer la vicepresidenta de la Fundación-. Por eso el docente tiene que ser un aliado del niño con tartamudez y debe estar en contacto con el logopeda para saber como trabajar en clase y que se comunique con comodidad». Y la siguiente barrera llega cuando estos se hace mayores y buscan un trabajo. «Tenemos comprobado que después de una entrevista y ante un currículum igual, siempre se coge a la persona con más fluidez en el habla, no se tiene en cuenta la aptitud de la persona con tartamudez», añade Sala.

Quizá las redes sociales podrían convertirse en aliadas para superar las trabas que interponen las disfluencias. «Vivimos en una época en la que predomina la comunicación superrápida y en ese contexto las redes sociales obviamente pueden ayudarnos a comunicarnos. Pero esa tendencia a que todo vaya tan rápido tiene su parte mala, ya que la gente no se para a escuchar y no tiene paciencia».