¿Qué es un attosegundo? Es la fracción que resulta de dividir un segundo por un millón de billones de partes. Una de ellas sería un attosegundo. Expresado en cifra: 0,000000000000000001 segundos. Uno se echa a temblar al imaginar esta nueva dimensión del estrés. Pero el abismo se abre del todo cuando, al otro lado del teléfono, Fernando Martín García traza una comparación: «Hay tanta distancia entre un attosegundo y un segundo como la que existe entre un segundo y la edad del universo».

Él, madrileño, doctor en Químicas y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, es el galardonado con el Premio Rey Jaime I de Investigación Básica. El jurado destaca que ha sido «uno de los pioneros en el establecimiento de los fundamentos teóricos de la attoquímica, que consiste en observar y manipular el movimiento electrónico en átomos y moléculas en el tiempo en que se modifican, un attosegundo, para así controlar las propiedades químicas de las sustancias y modificar su comportamiento natural». Con ello, augura, se podrán producir reacciones químicas impensables y modificar la química al gusto hasta lograr unas aplicaciones «infinitas».

Martín, de 55 años, es un gran comunicador. Lo explica muy gráficamente. Él, con la ayuda de su equipo de 25 investigadores y de tres millones de euros de ayudas europeas, ha conseguido desarrollar tecnología para, por una parte, grabar el movimiento ultrarrápido de los electrones (diez veces más rápido que la velocidad de la luz); y, por otro lado, inventar unas gafas con mando para desencriptar esa película y poderla ver con nuestros ojos (como si fuera una película en 3D que requiere de lentes especiales) y, al mismo tiempo, alterar con el mando el movimiento natural de esos átomos y moléculas.

No son gafas ni mando: en realidad, son ecuaciones en superordenadores con miles de procesadores que permiten desentrañar las observaciones captadas y grabadas por un conjunto de láseres, que emiten luz en forma de pulsos, y potentes detectores. Pero el caso es que Fernando Martín ha penetrado en ese mundo invisible e imperceptible del attosegundo y lo que en él ocurre. ¿Y qué ha aprendido al asomarse a esa dimensión? «Te mueves en un mundo que escapa a las capacidades sensoriales de los humanos. Te sumerges en un mundo que no tiene nada que ver con el nuestro y que, sin embargo, es el nuestro. En él no sirve la física de Newton ni las leyes que rigen nuestra vida cotidiana. Los fenómenos siguen las leyes de la física cuántica. Y aunque parezca un mundo irreal, porque no lo puedes ver ni tocar, es tan real como que nosotros estamos constituidos por estas partículas», explica. Y sigue: «Aprendes a mirar la naturaleza de otra manera. Te abre la mente y cambia tu percepción de qué es la realidad, que está matizada por nuestros sentidos y nuestros sentimientos». Lo que ves, concluye, no es más que «un promedio temporal» porque todo se está moviendo permanentemente aunque no lo veamos. «Cuidado con lo que ves, porque no es real», aconseja el hombre que ha acuñado el término «attoquímica».

El nuevo Rey Jaime I de Investigación Básica reivindica la necesidad de mayor inversión en ciencia. Dice que es como el fútbol: solo fichando a los mejores científicos se puede ganar la Champions. Y eso no se logra ni en un attosegundo ni con attoeuros.