El DNI, un par de bolígrafos de dos colores, un lápiz y una goma de borrar encima de la mesa. Las mochilas, móviles y relojes, al fondo del aula. Y los nervios a flor de piel. «Bienvenidos a la universidad», les dijeron los encargados de organizar la prueba de acceso a la universidad (EVAU) -la antigua PAU y la siempre conocida como selectividad- que empezó ayer y durará tres intensos días. Los alumnos sonrieron nerviosos mientras escuchaban las indicaciones previas. «Eso esperamos, poder estar en la universidad el año que viene», respondió uno de los asistentes a la prueba.

Más de 5.200 alumnos se presentaron ayer a estas pruebas en València en doce tribunales (ocho en la Universitat Politècnica, dos en Gandia, uno en Alzira y otro en Xàtiva). Y empezaron por el examen de Lengua Castellana, uno de los más difíciles, según los profesores y los alumnos. Los estudiantes analizaron un artículo de prensa sobre las declaraciones del presidente del eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, en las que pedía reducir las ayudas a los países del sur de Europa (identificados como PIGS -Portugal, Italia, Grecia y España-, en sus siglas en inglés).

La Europa del Brexit se coló en el primer examen de la selectividad, pero no cogió desprevenidos a unos alumnos preparados «para casi todo». «Es un tema de actualidad que se ha debatido, en clase y en los medios de comunicación. No nos ha pillado de nuevas y siempre puedes aportar tu punto de vista sobre todo por las declaraciones del presidente del Eurogrupo», aseguraban algunos alumnos tras el examen. Después les preguntaron por temas como el Modernismo y el 98, la obra de Miguel Hernández, el realismo mágico y «La casa de los Espíritus» y la evolución de Valle-Inclán.

«No escriben, es mala señal»

Margarita Ochoa, profesora de Lengua Castellana en el colegio San Juan Bosco, miraba a través de la ventana y torcía el gesto. «Veo que algunos alumnos no escriben y eso no es buena señal. Este examen es un no parar. Muy difícil y muy extenso. Lo normal es que casi no les dé tiempo a acabar y si no escriben, es que tiene dudas», afirmaba preocupada. La maestra lleva 20 años acompañando a sus alumnos a la prueba donde se juegan su futuro. Los estudiantes, sin embargo, salieron contentos.

Luego le llegó el turno a Historia de España. Dos textos -uno de Manuel Azaña de 1939 que repasaba las reformas acometidas durante la II República y otro del diario ABC de 1933 que reflejaba el manifiesto de la coalición «antimarxista» ante las elecciones generales- y un análisis de los principales problemas (y soluciones) de los gobiernos del primer bienio republicano y de la política social de la dictadura de Franco.

Los alumnos contaron con una primera opción para definir los conceptos de soberanía nacional a partir de los artículos de la Constitución Española de 1812 y con otra sobre el decreto de Fernando VII anulando todos los actos del gobierno constitucional desde 1820 y hasta 1823.

«La organización ha sido un caos. En Historia, por ejemplo, en el mes de febrero no sabíamos si la Prehistoria entraba o no en el temario», aseguraba indignada Elena Alonso, estudiante del IES El Ravaxol. Una vez finalizados estos dos exámenes, los estudiantes cogieron aire. El consejo del Coordinador de las Pruebas de Acceso en la Universitat Politécnica, José Mas, fue claro: «Debéis dosificar las fuerzas durante tres días y estar tranquilos».

Eso sí, hubo una queja generalizada por la «falta de previsión» y la «improvisación» que han caracterizado las pruebas este año. De la reválida y los exámenes tipo test se pasó a un temario pactado en una reunión que se retrasó tres meses, pasando de noviembre a febrero. Ahí se concretó el temario y se anunciaron las variaciones. Las cosas estuvieron claras en marzo. «Demasiado tarde para organizar el temario y afrontar una prueba como ésta», se quejaban, con razón, los alumnos. Hoy y mañana, la tensión continuará.