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Entrevista

Pérez Casado: "La Copa no tuvo retorno económico al no haber plan de negocio"

El exalcalde de València reclamó que la inversión de La Marina fuera aprovechada

Ricard Pérez Casado, en el claustro de La Nau, durante la entrevista. eduardo ripoll

Ricard Pérez Casado (València, 1945) elige el escenario del claustro de La Nau para echar la vista atrás y recordar qué supuso para València la Copa del América 2007. Aguarda con el libro «Cuatro vientos en contra» de Jordi Palafox, de cuya presentación ha de encargarse más tarde el exalcalde socialista. «Debería ser de lectura obligada, porque aborda el porvenir que nos espera y también las tonterías que hemos hecho, habla del clientelismo, de la falta de cualificación de trabajadores y empresarios, o de que nos creíamos ricos...», explica. Todo un tratado sobre los excesos cometidos en el pasado. Y València sabe algo de eso. La construcción de la Marina para aquella cita deportiva supuso una inversión millonaria cuya deuda arrastrarán generaciones futuras si el gobierno español no accede a su condonación. Algo que inquietó desde un principio a Pérez Casado pues no veía por ningún lado un plan de negocios a desarrollar.

P. Cuando se concertó la entrevista dijo que hace diez años usted era uno de los escépticos de aquello que se llamaba Copa del América y que muy pocos conocían aquí.

R. Sí, era un escéptico porque veía que era un evento singular y nadie había pensado en su aprovechamiento posterior.

P. ¿Por qué aceptó entonces ser comisionado de algo en lo que no creía demasiado?

R. Cuando me llamó Jordi Sevilla no le podía decir que no, porque era ministro de la corona, compañero y amigo. Yo estaba muy tranquilo en el Instituto de Estudios para la Mediterránea...(bromea).

P. ¿Cuál era exactamente la función que se le encargó?

R. Los recursos económicos y las acciones exteriores tenían que caer en manos de la administración general del Estado. Se creó una figura sin presupuesto ni recursos humanos, pero cumplíamos un compromiso con el evento que se producía en València. Algún recurso pude obtener a través de Tour España, con una figura jurídica que se llamaba encomienda de gestión y que consistía en focalizar la acción exterior del turismo en la Copa del América 2005, 2006 y 2007. Mi gran obsesión era tratar de explicar que una obra sobre una infraestructura dura como es un puerto necesitaba un plan de negocio. Una marina cuesta mucho dinero y yo decía, pero después... ¿qué tendremos?, ¿qué vamos a hacer?, ¿vamos a promocionar el deporte náutico? Como comisionado hicimos una escuela de vela y editamos un libro sobre el puerto, que nunca se había realizado, pero yo insistía en ¿qué haremos después?, ¿qué oportunidades reales hay de que ese evento se convierta en ordinario?

P. ¿Obtuvo alguna respuesta a tanta pregunta?

R. La realidad es que no había ninguna certeza de que se pudiera estabilizar como una oferta para la ciudad.

P. Los valencianos hemos pagado una factura muy alta por la vela, la fórmula uno... ¿no?

R. Mi nieta, que tiene ocho años, seguirá pagando esta y otras muchas€ Además, me quedé estupefacto porque en San Diego les cobraban por usar la bahía, y con ciertas restricciones. Aquí era al revés. Ofrecíamos la infraestructura hecha, y encima ¡les pagábamos!

P. Barcelona sí que se sacó partido a los Juegos Olímpicos...

R. Se ha dado el caso de países que han renunciado a organizarlos porque las inversiones son enormes y no tenían claro cual sería el plan de negocio posterior. No todo iban a ser «Barcelonas», donde salió bien y donde todas las infraestructuras que se hicieron para la ciudad han estado amortizadas€ Pero aquí tenemos ejemplos positivos, como el Palau de la Música, que está amortizado, los Jardínes del Turia, que también€ No hay más que preguntar a la gente. Son cosas que cuestan, pero que el uso amortiza. E incluso con un retorno económico.

P. Los actuales gestores de la Marina, con Vicent Llorens a la cabeza, están desarrollando un plan de usos que podría ser factible a primera vista.

R. Ese es el gran reto ahora después de unos años de no actividad, y lo dejo así para no ser ácido. Han pensado, con criterio y responsabilidad, que ya que está hecho hay que sacarle provecho con una oferta más para la ciudadanía de València y del área metropolitana. También para los visitantes. Antes se pensaba más en el espectáculo y el cartón-piedra, olvidando que la ciudad es un objeto de uso y de apropiación de los ciudadanos. Hay que hacer cosas grandes, pero que tengan esa doble condición. El retorno económico del que se hablaba no lo hemos visto porque no había un Business Plan. Y menos mal que a un empresario (Juan Roig ha impulsado Edem) se le ha ocurrido hacer un vivero de empresas.

P. ¿Ha de hacerse cargo el gobierno de la deuda?

R. Yo creo que es una vieja discusión y en la situación en la que se encuentran las finanzas públicas valencianas habría de ser el estado. Sí, sin duda. Una parte del crédito es del ICO. El avalista es el Estado y los valencianos merecemos un poco de alivio.

P. A Sevilla o a Zaragoza, con motivo de sus respectivas Expo, si se les ha condonado la deuda. ¿Qué pasa con València?

R. Es una discusión que me retrotrae a 1988 porque hay un desequilibrio de las finanzas. Algo que se ve en el contrato programa del transporte. Yo pongo un ejemplo muy simple: a costes marginales iguales, igual subvención. En València tenemos los mismos costes marginales por viajero individual que Barcelona o Madrid. No pedimos excepciones porque seamos más guapos o hagamos la paella, sino simplemente porque cada pasajero adicional que hay en València cuesta lo mismo que en Barcelona o Madrid.

P. ¿Qué se debería haber hecho en 2007?

R. Yo hubiera aprovechado para rehacer el Cabanyal, Canyamelar y Cap de França y hacer la fachada marítima que se merece una ciudad que tiene el mar, la playa y el puerto dentro de casa. Ese es un elemento pendiente. Los responsables actuales han puesto hilo en la aguja y han empezado a coser en este tema.

P. ¿Ve mejor la ciudad ahora?

R. Siempre es mejor, además creo que la recuperación por parte de la ciudadanía es el camino que hemos de seguir. Hay que rectificar el divorcio que existía hasta hace poco entre las élites y la ciudadanía. Hay una oportunidad para cambiar.

P. Lo de las coaliciones de izquierdas en el gobierno municipal y autonómico... ¿lo ve algo pasajero, o ha llegado para quedarse mucho tiempo?

R. No. De pasajero, nada. Depende de la habilidad de sus responsables que no sea un paréntesis efímero. Que no se haga la ilusión nadie de aplastar al otro. La hegemonía social puede ser de izquierdas progresista si se sabe administrar bien lo que ha supuesto de impulso plural y diverso cambiar un ciclo que ya duraba demasiado.

P. ¿Es partidario de remunicipalizar servicios?

R. Es prudente en la medida en que se pueda , mientras no se empecinen en lo que no puede ser...

P. Entre las hipotecas del pasado y el plan Montoro, a los ayuntamientos parece que les quedan pocas posibilidades de avanzar.

R. Nos han dejado una deuda considerable, lo cual estrecha mucho los márgenes de maniobra y pesa sobre la capacidad de gestión. Además, ha coincidido con un recorte de la autonomía desde el año 2013. Los ayuntamientos están tutelados y eso es ir contra el sentido de la historia europea e incluso española.

P. Usted tampoco se salvó de las críticas en su día por alguna de sus iniciativas como alcalde.

R. (Se ríe) No, no se libra nadie. A mí me llamaron megalómano por hacer el Palau de la Música pero ¡si somos el país de los músicos!... Ahora, con el paso del tiempo, se ve que está amortizadísimo. Un político ha de estar pensando contínuamente en que cuando hace unas cosas pueden ser espectaculares, sí, pero han de tener un uso. La máxima ha de ser que si algo cuesta dinero, pero es usado, ese dinero está bien gastado.

P. Hace unas semanas le hicieron un homenaje por el treinta aniversario del Palau.

R. Sí, muy entrañable, además.

P. Usted es un amante del urbanismo. ¿Qué asignatura pendiente le queda a València?

R. Le queda un reto fundamental y es que la ciudad real se llama «área metropolitana». Y esa es una realidad que se repite en toda Europa, incluso en estados tan centralistas como Francia. La idea es quitar las metrópolis y hacer áreas metropolitanas. Con 1,5 millones de personas, como es el caso de aquí, hace falta un gobierno metropolitano para la gestión de los residuos, que es un foco de pestilencia y no solo física, también para gestionar la movilidad... El estado ha de reconocer que hay casi 60 pueblos que comparten servicios y eso requiere una institución política y administrativa potente. Por ahí ha de ir la cosa.

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