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Cirugía urbana al socaire de las regatas

La Copa del América de 2007 dejó en València una importante herencia con cara y cruz. las regatas trajeron una inversión millonaria en la renovación de la dársena «vella», reconvertida en Marina Real Juan Carlos I (ahora Marina de València) pero también una deuda millonaria en torno a los 400 millones de euros inasumible para el Consorcio València 2007, el órgano donde están representados el gobierno, la Generalitat y el ayuntamiento, encargado de gestionar y rentabilizar las obras de la Copa del América.

Cirugía urbana al socaire de las regatas

La Copa del América 2007 supuso para València, como ciudad sede, una inversión millonaria en obras deportivas, que diez años después de la celebración de esta elitista competición se han reconvertido en nuevos espacios de uso público y de negocio, con un puerto deportivo con 800 amarres y vocación de ser referente de la náutica en el Mediterraneo, restaurantes, espacios de ocio y culturales y un incipiente centro de innovación empresarial.

La Copa del América exigía adaptar la dársena «vella» a las necesidades de los regatistas y ejecutar un conjunto de infraestructuras deportivas, como las bases de los equipos (concebidas inicialmente como arquitectura efímera), el edificio de invitados (adjudicado al arquitecto británico David Chipperfield y construido en tiempo récord) y un nuevo canal para uso de los fórmula 1 del mar con salida directa al campo de regatas de la playa de la Malva-rosa.

Las obras, en principio, se iban a pagar con aprovechamientos urbanísticos por la construcción de viviendas en los muelles portuarios. El Gobierno de Zapatero, sin embargo, dio al traste en 2004 con los planes de financiación que la entonces alcaldesa, la popular Rita Barberá, había negociado con vipresidente y ministro de Economía, Rodrigo Rato. La fórmula de pago de las obras fue finalmente un crédito de hasta 500 millones de euros del Instituto de Crédito Oficial (ICO), avalado por el Estado, que una década después del gran evento se ha convertido, junto con los productos financieros derivados del mismo, en una losa para el Consorcio València 2007. Las administraciones estatal, autonómica y municipal crearon este organismo (el Consorcio València 2007) para impulsar las obras y, una vez pasado el evento deportivo, rentabilizarlas y devolver el crédito.

La nueva marina náutica y de ocio (bautizada como Marina Real Juan Carlos I en la etapa de Rita Barberá y rebautizada como Marina de València por el actual gobierno municipal formado por Compromís, PSPV y València en Comú) ha dado impulso turístico y económico al frente marítimo de València. Sin embargo, también ha dejado un fuerte agujero económico con una deuda millonaria que incluye, además del crédito del ICO, a cuyas anualidades está haciendo frente el Estado como avalista, un seguro de 66 millones de euros con el Santander para cubrir la variación de los intereses que tampoco se está pagando y que ha provocado el embargo de los ingresos del Consorcio. Las administraciones implicadas en el Consorcio negocian ahora una salida para las deudas de este organismo.

La marina, con el experto en dinamización de centros urbanos Vicent Llorens al frente, ha empezado a licitar concesiones y negocios que ya están generando ingresos y cuenta con un ambicioso plan de usos cuyo objetivo es conseguir que la marina sea rentable y acercar este espacio a los valencianos. La mejora de la conexión de la marina y de la fachada marítima con la ciudad y, sobre todo, con los barrios del entorno, sigue siendo aún asignatura pendiente.

Diez años después de las regatas, las administraciones implicadas, y no siempre bien avenidas, no han sido capaces de sacar provecho a todo el potencial de este estratégico emplazamiento, que ha recibido ofertas de negocio de todo tipo, como el frustrado casino y un hotel de lujo en los Docks promovido por el grupo inversor Singapur Asian Resort (ARC) o un centro de alto rendimiento para regatistas rusos del club naútico de San Petesburgo, que tampoco prosperó.

De las infraestructuras de la Copa del América se han reutilizado varias bases deportivas (otras se han derribado ya o se demolerán en el futuro). Tres de ellas han sido reconvertidas por el empresario Juan Roig (Mercadona) en un centro de innovación y emprendedores que ha atraido inversiones nuevas en este sector.

También se ha dado en concesión el edificio Veles e Vents a una empresa cervecera y al grupo La Sucursal que lo explotan como espacio de ocio, gastronómico y formativo. En la marina se han instalado una decena de resturantes, algunos regentados por chef de prestigio como Raúl Aleixandre.

Hace un año empezó a funcionar el club de playa, ubicado a caballo entre la marina y el paseo marítimo. Además de los locales de ocio y restaurantes, los gestores de la marina quieren apostar por la náutica y la cultura. Está pendiente, en este sentido, dentro del nuevo plan de usos, la puesta en marcha del museo del Mar en el antiguo Varadero, así como la rehabilitación integral del tinglado 2, donde se creará una gran plaza pública donde se llevarán a cabo actividades y que será punto de encuentro para los vecinos de los barrios del frente marítimo.

El plan de usos también prevé la privatización de la gestión de los amarres, cuyo número está previsto duplicar. También se está fraguando el acuerdo para la construcción de un hotel junto al Edificio del Reloj y la antigua Estación Marítima, que se destinará, previsiblemente, a usos terciarios y oficinas. La renovación de la señalización, basada en la nueva imagen «más popular y cercana» de la Marina València y la mejora de la iluminación están en marcha, así como las medidas para mejorar la movilidad, quitando tráfico rodado y ganando espacio para el peatón en los viales sin uso del trazado de la Fórmula 1. Los problemas de financiación de la marina, sin embargo, siguen siendo un lastre que impide el despegue definitivo de la marina.

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