La organización del festival Bråvalla, en Suecia, anunció hace unas semanas que prohibirá la entrada a los hombres en su edición de 2018 tras las cuatro denuncias por violación y 23 por agresiones sexuales que se han registrado en la edición de 2017. El BBK Live y el Ayuntamiento de Bilbao presentaron el protocolo «No es no» contra el acoso sexual y en Pontevedra, la diputación provincial ha diseñado una campaña contra el acoso para el Rías Baixas Fest. Más cerca, el Ayuntamiento de Borriana y el Arenal Sound han preparado un plan de prevención con el que pretende concienciar y evitar agresiones sexuales durante el festival en la playa del Arenal del 1 al 6 de agosto.

Se trata de cuatro iniciativas para atajar el acoso y la violencia sexual en los festivales de música que proliferan en verano y son las promotoras y las administraciones municipales quienes han actuado. La Conselleria de Políticias Inclusivas señalaba ayer a Levante-EMV que no trabajan en ningún plan similar precisamente porque «este tipo de actuaciones son de competencia municipal». Aún así, la conselleria recuerda que mantienen reuniones periódicas con los ayuntamientos para tratar las medidas que se han de tomar con el fin de evitar este tipo de agresiones en eventos multitudinarios. Y la Delegación del Gobierno apuntaba ayer que las Fuerzas de Seguridad no desarrollan protocolos específicos para prevenir la violencia sexual en los festivales, pero sí que existen para eventos masivos como son las fallas, la tomatina o el mismo Arenal Sound.

Pero quizá sea insuficiente un protocolo general en un contexto tan particular como el de los festivales. El informe de 2014/2015 sobre consumo de drogas y abusos sexuales del observatorio Noctambul@s -financiado por el Ministerio de Igualdad- subraya el silencio que sufren este tipo de comportamientos en los festivales e incide en que existe una frecuencia mayor de agresiones sexuales en contextos de ocio en los que el consumo de alcohol y drogas es mayor.

También destaca la «normalización» de un tipo de agresiones sexuales (tocamientos en conciertos, acoso verbal, etc.) que en determinados ambientes gozan de impunidad.

El informe indica que en la mayoría de festivales «el acceso a los baños suele estar masificado, de manera que muchas chicas optan por orinar en el espacio público para evitar las largas colas». Por ello, alerta de que esto «las expone a los jóvenes que circulan por los alrededores. Algunos de ellos aprovechan para intimidarlas a través de miradas obscenas, gritarles piropos lascivos, grabarlas con el móvil o realizarles tocamientos».

También indica el informe que «otra agresión habitual son los tocamientos no consentidos». «Al tratarse de espacios muy concurridos, donde la mayoría de jóvenes suelen estar apiñados, hay quienes aprovechan esta situación para abusar de las chicas bajo el anonimato de la masa -asevera-. Para las chicas resulta muy difícil poder identificar y acusar al agresor, quien queda totalmente impune de sus actos».