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La estación del Norte, un siglo mirando al centro

El 8 de agosto se cumplen cien años del edificio de viajeros de València Nord

La estación del Norte, un siglo mirando al centro

Uniendo utilidad y belleza, el centenario edificio con frontis principal a la calle Xàtiva, es arquitectónicamente un compendio de diseño, decoración y proporcionalidad, y, al mismo tiempo, una exaltación de València a través de la temática y los materiales empleados. Desde el 8 de agosto de este año el edificio de viajeros de València Nord es centenario, ya que ese día de 1917 comenzaron los servicios de viajeros desde y hasta la nueva terminal para permitir la clausura de la vieja estación situada al inicio de la actual avenida Marqués de Sotelo. En fecha anterior comenzaron a utilizar las nuevas instalaciones para el trasiego de mercancías, ya que donde estaban los antiguos muelles erigieron el edificio ahora centenario, y fueron realizando obras complementarias hasta 1921, siendo una de ellas la pasarela en 1919.

La puesta en servicio de la nueva terminal y sus instalaciones anexas permitieron: para la ciudad la transformación urbana de una amplia zona y el cierre de la conexión de la Ronda Interior, y para la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España disponer de dependencias acordes para atender adecuadamente los servicios de entonces y futuros de las líneas férreas hacia Almansa, Alcoi, Tarragona y Utiel, lo que ya no les permitía entonces, pese a numerosas ampliaciones, la estación diseñada por James Beatty en 1851.

Para ello, la Compañía del Norte encargó a su arquitecto Demetrio Ribes Marco, el proyecto de una estación con un edificio principal que expresara la importancia económica de la zona y cuya decoración manifestara la alta consideración que en su explotación ferroviaria tenían a los viajeros y a las mercancías. Siguiendo esas directrices el arquitecto supo combinar elementos extraídos de la más pura tradición local con las tendencias vanguardistas de la época, principalmente de Otto Wagner y la Secesión Vienesa, en su proyecto aprobado en 1906, con ligeras variaciones posteriores y totalmente ejecutado en 1921.

En el edificio con frontis a la calle Xàtiva, de 72 metros de longitud y 23 de profundidad máxima, las torres laterales son más altas que el resto de la edificación para minimizar la menor altura de los tramos intermedios. Es una fachada profusamente decorada con vidriados elementos cerámicos, principalmente naranjas y el escudo de València, los remates están inspirados en el gótico valenciano, en la parte superior de los tres lados de las mencionadas torres resalta la roja estrella de cinco puntas, el símbolo de Norte, y en la torre central destacan: coloristas vidrieras en la puerta y en los amplios ventanales, dos mosaicos, diseñados por el pintor impresionista valenciano José Mongrell y realizados por los hermanos Maumojean de Pinto (Madrid), representando a mujeres ataviadas con el traje regional valenciano ensalzando el trabajo de día y de noche de las guardesas o guardabarreras, y en la cúspide un águila con las alas desplegadas y posada sobre una esfera, simbolizando la Tierra y aludiendo a la rapidez y majestuosidad del ferrocarril.

El vestíbulo y el bar son las joyas de la estación. El primero con cenefas de mosaicos que representan frutos de la región en el techo y las paredes, cartelas cerámicas con la frase «Feliz viaje» en letras doradas y en ocho idiomas, y dando la impresión de que sostienen todo el techo hay dos esbeltas columnas embellecidas con mosaicos en su parte media y rematadas con polícromos capiteles cerámicos. En cuanto al bar, posteriormente cafetería, después sala de información y actualmente local para exposiciones, el impacto es notorio para los turistas , ya que se encuentran inmersos entre mosaicos en relieve representando la Albufera, la Huerta, la dura montaña pero con agua y pinos, así como campos con naranjos y flores, que están representados en seis escenas laterales, para dar la constante imagen de la València fértil y próspera a cuyo bienestar ayudaba la Compañía del Norte.

Verdes guirnaldas con flores y frutos ocupan los espacios libres, mientras simétricos dibujos de variados trazados y colores decoran el techo. Completan el bello conjunto doradas lámparas y puntos de luz laterales en los remates del chapado de madera que ocupa el tercio inferior de las paredes. Fue el resultado del diseño del pintor Gregorio Muñoz Dueñas y el trabajo de La Ceramo de Benicalap.

El amplio patio que antecede a la fachada principal y a la lateral de la calle Bailén está circundado por una verja de hierro de carácter racionalista sobre muretes revestidos de trencadís, siendo del mismo estilo las puertas y las farolas.Una enorme cubierta metálica con doce arcos dobles metálicos, construida por E. Grasset y Cía. de Madrid, de 196 metros de longitud, 45 metros de luz, 22 de altura libre en la clave y 12 en los arranques, ocupa el interior de la gran U edificada. Los dobles arcos tienen sujeción pivotante en la base y tres medios arcos integran la estructura al edificio principal, pero todo el entramado está superpuesto a los muros, formando dos áreas diferenciadas. Demetrio Ribes lo proyectó todo, guardando consonancia el mobiliario, las escaleras de acceso a las oficinas, las puertas, las ventanas, las vidrieras, las taquillas, incluso los primitivos servicios que estaban en el exterior.

Un siglo mirando la estación al centro histórico, puerta de entrada y salida para muchas decenas de miles de viajeros, actualmente 60.000 de promedio diario, para compras, trabajo, estudios u ocio, procedentes ahora casi totalmente de los servicios de cercanías y media distancia, ya que las emociones de encuentros y despedidas de los viajes de largo recorrido fueron traspasadas en 2010 a la «provisional» estación Joaquín Sorolla.

Un edificio de gran valía arquitectónica que ha llegado a centenario gracias al empeño y tenacidad del Colegio de Arquitectos de Valencia, de otras importantes entidades valencianas y de los medios de comunicación ( Levante 17-02-1973 decía «Si se sigue la política de derribo de edificios no clásicos, sino construidos de 1900 hasta nuestros días, llegará un momento, dentro de cuarenta o cincuenta años, en que habremos pasado de los estilos gótico o plateresco, a las modernas construcciones sin transición»), que lograron incentivar el aprecio popular para que no prosperara el peligro de especulación urbanística de los años 70 que tanto perjudicó a pueblos y ciudades de España.

Si la hubieran derribado estaríamos lamentando la pérdida de uno de los principales representantes del modernismo del siglo XX. Se salvó, hubo una inadecuada cafetería, algunas pérdidas de decoración y dependencias complementarias, y tras la declaración como Monumento de Interés Histórico-Artístico el 12 de julio de 1983 aumentó el interés proteccionista. Hubo restituciones de decoraciones, supresión de adiciones inadecuadas, mantenimiento de la Sala Regia, sustitución del pavimento por otro de mármol blanco de Macael, similar al original, y devolución de la bella policromía de 1917 al antiguo bar.

Para ello, entre 2002 y 2008 Renfe y después Adif afrontaron el reto, en coordinación con la Consellería de Cultura, de detener la degradación de la estancia, regenerar lo existente y reconstruir lo desaparecido. Lento, minucioso y costoso trabajo que fue cofinanciado por los fondos Feder. Una inversión de 700.000 euros para que la popular sala de los mosaicos luciera su bella policromía de 1917 y sea actualmente un gran atractivo turístico de València. Un edificio que antes de su apertura albergó entre el 10 y el 31 de mayo de 1917 la primera Feria Muestrario de España.

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