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Perfil de Sandra Mínguez

Desencanto en la nueva política

El abandono de una de las referentes del 15-M demuestra que el hechizo de aquel movimiento está roto

La cara más conocida de Podemos en la Comunitat Valenciana, por encima incluso de su secretario general y del portavoz en las Corts, Sandra Mínguez (Landete 1983) se marcha desencantada.

No lo dice pero es fácil leerlo entre líneas en su despedida. Ya no se siente útil. La política no es lo que esperaba y en dos años vuelve a las aulas. Abandona en agosto para llegar a tiempo a sus clases de matemáticas. Pero vive desde hace meses en primera persona el desengaño de la nueva política. La misma decepción en la que han caído muchos de los que un día quisieron asaltar los cielos, pero se han dado cuenta de lo oxidada que está y lo difícil de mover que es la palanca del cambio. El mundo del activismo es una cosa; el Parlamento, otra muy diferente.

Dos años ha durado Mínguez como diputada en las Corts. Menos, un año, le bastó para romper con el primer líder valenciano de la historia del partido, Antonio Montiel, quien la había incorporado al primer equipo ganador. Puro choque generacional.

Diferencias políticas, pero sobre todo de estrategia organizativa les separaron a las primeras de cambio. Algo se rompió el día en que Montiel la destituyó. También el hechizo de aquel movimiento del 15-M que había dado el salto a la política con Podemos. Choque de realidad. Bautismo de fuego en los conflictos internos, algo inherente a toda organización política. La vieja política. O tal vez la única.

Un paso atrás, la constante

Ella amagó con suceder a Montiel. Aceptó la bandera de oposición interna. Se le veía cómoda con ese cartel, pero cuando tuvo ocasión de convertirse en lideresa del partido prefirió dar un paso atrás.

Renunció a optar a la secretaría general y después a ser portavoz en la Cámara valenciana, una de las plataformas con mayor repercusión mediática en la política valenciana, el puesto que el nuevo líder del partido, Antonio Estañ, le ofreció antes del verano.

Esa ha sido la constante. Es la sensación que comparten muchos de los miembros del grupo parlamentario. Mínguez nunca quiso asumir más responsabilidad. Y ello pese al predicamento que tenía entre las bases. La adoran. En la asamblea de mayo ella fue la más votada en las primarias del casi medio centenar de miembros del consejo ciudadano. Pero siempre prefirió la recámara. Ella se defiende y dice que algunos le vieron como una amenaza.

Subida a la ola del primer Iglesias

Mínguez, sin trayectoria política previa, fue uno de los referentes del 15-M valenciano, el movimiento que agitó y despertó conciencias en 2011 en plena crisis económica. Juventud, presencia, espontaneidad, verbo fácil, carácter pasional, ganas de cambiar el mundo. Con el ascenso de Podemos, la ola también la elevó a ella. Con Àngela Ballester puso cara a los primeros líderes valencianos del nuevo partido. Convertida en consejera estatal de Iglesias, muchos pensaron que estaba llamada a mayores cotas, incluso en la política nacional. Pero la política engancha y quema. Tan rápido como sube, baja la ola. Hoy Mínguez está fuera y Ballester arrinconada en el Congreso tras su apoyo a Errejón en la pasada batalla interna.

La estrella de Mínguez empezó a apagarse en febrero cuando Pablo Iglesias no le dio la posibilidad de repetir en la dirección nacional. Un golpe personal, cuentan quienes la conocen. Tampoco Iglesias optó por ella cuando llegaron las primarias valencianas a secretario general. El líder nacional prefirió a la senadora Pilar Lima y su equipo, que perdió después ante Estañ.

Para entonces, Mínguez ya era un pilar de la lista de Estañ y pieza clave después en la victoria del alicantino. Por eso, su marcha es también un revés para Estañ en sus primeros cien días, porque muchos en Podemos vieron aquella candidatura como un tándem. Una turbulencia más.

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