Seguramente muchos bañistas de la costa valenciana se habrán preguntado estos meses cómo se explica que siendo un verano tan calido y estando el agua tan caliente no está habiendo medusas. De hecho, han caído un 65 % las picaduras de estos celentéreos.

Los servicios de atención de Cruz Roja en la Comunitat Valenciana han realizado durante este verano 4.541 intervenciones médicas por contacto de medusas frente a las 12.711 del pasado año. Por provincias, en Alicante se ha atendido a 2.783 usuarios, en la provincia de Valencia se han registrado 1.623 intervenciones y el resto, 35, en Castelló.

Se suponía que la temperatura del agua era el caldo de cultivo, y nunca mejor dicho, de estos celentéreos de cuerpo gelatinoso y efluvios altamente urticantes que tanto inquietan a los humanos. Pero la realidad demuestra que, como poco, hay otros elementos que determinan su presencia.

Juan Guillem, biólogo marino asesor del Ayuntamiento de València y de l´Oceanogràfic, asegura que no hay una única respuesta para esta incógnita. De hecho, en el mundo marino no existe aquello de la causa-efecto, sino que hay muchos elementos que alteran los ciclos vitales.

Aún así, su creencia es que la escasa presencia de medusas en el litoral valenciano (esa nueva bandera advirtiendo de este problema apenas ha ondeado en las playas valencianas este verano) se debe al retraso de los temporales, que se han prolongado quince días más allá de lo que lo han venido haciendo tradicionalmente.

A su juicio, el hecho de que la temperatura del agua sea más elevado este año puede hacer, efectivamente, que haya más población de medusas en términos globales, "pero aquí no están llegando". "Estar, están, pero igual están en otros sitios", sentencia Guillem, que recuerda que en zonas de baleares ha sido necesario incluso suspender pruebas deportivas por este motivo.

Factores como "el viento y las corrientes pueden haberlas llevado a otras partes", ya que "los temporales de Levante se han producido después de lo normal". Sin llegar a descartarlo, lo que al parecer no tiene demasiada credibilidad es la idea de que depredadores naturales de las medusas, como el atún o las tortugas marinas, sean la causa de su desaparición de las playas.

Juan Guillem asegura que las vedas impuestas a la pesca del atún han tenido unos resultados muy positivos y los caladeros, que estaban a punto de quedar esquilmados, se han recuperado notablemente. Y admite también que las tortugas aumentan en población debido a la mayor conciencia medioambiental y al calentamiento de las aguas, que hace que cada vez suban más arriba.

De hecho, estos años están apareciendo nidos de tortuga en las playas valencianas, un privilegio que hasta ahora estaba reservado a las playas del norte de África (Marruecos). Aún así, Guillem no ve probable que un depredador cambie las cosas con la rapidez de un año para otro, en este caso porque además, son poblaciones que tardan más de un invierno en recuperarse. "Para acabar con las medusas necesitaríamos tantas tortugas que podríamos ir andando sobre los caparazones", dice.

La situación, por tanto, es tan puntual y cambiante que incluso es posible que más adelante, en los meses de octubre y noviembre, las playas se inunden de medusas. De acuerdo con las previsiones meteorológicas más avanzadas, este experto marino pronostica que en estos meses se producirán al menos dos fuertes temporales, lo que conocemos como gota fría, y es posible que entonces las playas se llenen del molesto celentéreo. En conclusión: las medusas no han dicho su última palabra.