El IV Congreso de Jóvenes Investigadores de la Real Sociedad Matemática Española (RSME) que se celebra hasta el jueves en la Facultat de Matemàtiques de la Universitat de València puso ayer el dedo en la llaga del techo de cristal que padecen las matemáticas. Olga Gil, profesora de la UV que ha sido la primera y única mujer que ha presidido la RSME, destaca que en los 45 años que van de 1970 a 2015 «se ha triplicado en todo el mundo el número de mujeres investigadoras en matemáticas, pero las revistas científicas de impacto siguen publicado menos de un 5 % de artículos firmados por mujeres».

María Cumplido, investigadora de la Universidad de Rennes 1 en Francia y de la Universidad de Sevilla, explica que las mujeres investigadoras sufren «discriminaciones que son sutiles, pero sí nos afectan». Así, pone como ejemplo que en el año que lleva presentando ponencias en congresos matemáticos «ya son dos veces las que un hombre me ha preguntado después de mi conferencia si llevo sujetador». «Esto no debería pasar en un ambiente profesional», critica antes de lamentar que «a los hombres se les escucha, pero a las mujeres primero se nos mira y luego se nos escucha».

Elisa Lorenzo, investigadora de la Universidad Rennes 1 , alerta de que el hecho de que haya «muchas menos mujeres que hombres que investigan en matemáticas supone que estamos desperdiciando el talento de la mitad de la población». Denuncia el «efecto tijera» en las estadísticas de la presencia de la mujer en la investigación científica: «Al principio de la carrera investigadora en ciencias hay muchas más mujeres que hombres pero, conforme se va avanzando, de investigador predoctoral a postdoc, titular de universidad y catedrático la tendencia se invierte». «Nos dicen -prosigue- que conforme evolucione la sociedad se van a reducir las distancias, pero eso no es así».

Esta investigadora atribuye las altas tasas de abandono de las investigadoras a los «estereotipos y a la falta de modelos a seguir debido a la invisibilidad de las mujeres en ciencia». Cuando nos piden que pensemos en alguien que se dedica a la ciencia, añade, «la imagen más común es la de un hombre mayor, que es brillante y un genio, no se piensa en una mujer».

En este sentido incidió en que en un estudio sobre las cartas de recomendación de profesores universitarios a otros colegas sobre sus alumnos «a los hombres se les califica de brillantes y de genios,pero de la mujer se dice que es muy trabajadora, mientras que el adjetivo ambicioso suena bien en el hombre pero no para una mujer».

Enric Cosme, investigador de la UV, criticó que a «las mujeres investigadoras se les exijan cosas que a los hombres se les presupone». Mar González Nogueras, investigadora de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y madre de un niño de 10 meses, critica la precariedad laboral que impide a las investigadoras plantearse la maternidad. «Si vas saltando de postdoc en postdoc (en referencia a los contratos postdoctorales) cuándo vas a formar una familia». Plantea que la baja de maternidad se doble hasta los 6 meses sin que repercuta en los sexenios de investigación y que se permita optar a un año sabático.