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Discapacidad

"Mi hijo es asperger. Si insisten en rebajarle la discapacidad, tendrá que dejar la universidad"

José Luis Camps se queda sin la exención del pago de matrícula universitaria y sin personal docente de apoyo tras la revisión de su grado de discapacidad - La conselleria revisa su caso tras la alegación del joven que exige el 33% que tenía hasta ahora porque «sí, he crecido, pero mi enfermedad es crónica y no varía»

Fabiana lucha para que su hijo con Asperger sea universitario

Fabiana lucha para que su hijo con Asperger sea universitario

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Fabiana lucha para que su hijo con Asperger sea universitario Mónica Ros

La de José Luis es una historia de superación. La de sus padres, de lucha. José Luis Camps Madrigal sufre el síndrome de Asperger, un conjunto de características mentales y de conducta que forma parte de los trastornos del espectro autista. Lo tiene diagnosticado desde el año 2005 y no tiene cura. Más de uno le dijo a su madre, Fabiana, que dejara de esforzarse tanto para que su hijo contara con personal docente de apoyo en el colegio e instituto porque José Luis «no iba a llegar a nada», que «lo tenía difícil» porque «no era un niño normal». Hoy tiene 24 años y está cursando el grado de Geografía y Medio Ambiente en la Universitat de València.

José Luis lleva cinco años en la universidad, aunque cursa tercero. O al menos eso pretende, ya que su futuro peligra desde que la Dirección Territorial de Diversidad Funcional de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas decidió rebajarle el grado de discapacidad al 20%, lo que le excluye de la exención que tiene la universidad para que las personas con una discapacidad con un grado reconocido del 33% o superior, abonen las tasas y matrículas (en el caso de José Luis, 1.200 euros), así como posibles sanciones o aumento de la cuantía si suspenden asignaturas. Además, también se quedaría sin personal de apoyo docente que le ayude en sus estudios superiores.

La resolución del centro de evaluación de personas con diversidad funcional data del 2 de agosto y fija en un 20% «las limitaciones de la actividad», además de considerar de forma negativa la necesidad de concurso de una tercera persona, la movilidad reducida y la afectación visual». Sin embargo, el dictamen está pendiente de revisión, ya que el joven, con ayuda de su padre, presentó un recurso el 16 del mismo mes alegando que «el síndrome de Asperger es crónico, es parte de mí, de como soy, no tiene cura y los profesionales lo saben. En mi día a día tengo dificultades para organizar las rutinas y labores cotidianas, desconozco el valor real de las cosas, la referencia de los precios con respecto a otros. A nivel académico tengo problemas para estructurar en mi mente la información académica que recibo, pero gracias a mi padre voy aprobando asignaturas con gran esfuerzo y dificultad. ¿Cómo pueden ustedes decir que no necesito ayuda de una tercera persona? El único cambio es que he crecido», afirma el escrito.

Los padres del joven, además, se encuentran en una situación económica delicada. Su padre perdió el empleo en 2012 y vive en una habitación alquilada por 220 euros al mes. Percibe la ayuda por dependencia al cuidador de 255 euros y, desde abril de este año, ha vuelto a cobrar el subsidio por desempleo. Su madre vive de Casa Caridad. No tiene ingresos. Ha dedicado su vida al cuidado de José Luis. Lleva ocho meses esperando la ayuda a la Renta Garantizada de Ciudadanía y no sabe cómo conseguir los 1.200 euros que debería pagar en octubre a la Universitat de València si el dictamen de la conselleria se convierte en firme y no hay vuelta atrás.

Sin recursos económicos

«A las personas que tenemos hijos con alguna discapacidad lo que nos preocupa es qué será de ellos cuando nos muramos y ya no los podamos proteger. Ojalá mi hijo acabe su carrera, que le encanta y le apasiona, y pueda encontrar un trabajo y vivir de forma autónoma, con su discapacidad, porque no se va a curar, eso ya lo sabemos. Buscamos su mejora constante lo que no significa que ya no necesite ayuda ni que la Administración deba desentenderse porque, mira, ya se ha hecho mayor y va a la Universidad», afirma.

Y es que para su madre, la clave reside en que «en lugar de ser un ejemplo de superación, padece un castigo de la Administración porque la realidad es clara: si se le rebaja el grado de discapacidad tendrá que dejar la Universidad y decir adiós a su futuro, y no me parece justo. José Luis es muy válido para hacer muchas cosas, pero necesita ayuda. Yo le he llevado en el carro de la compra al colegio, he soportado burlas, he peleado para que le adjudicaran un educador de apoyo, he pagado psiquiatras y terapias... Estoy muy orgullosa de él y lamento no tener dinero para pagarle todas las matrículas que le hicieran falta y que el Asperger sea, aún, un síndrome desconocido».

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