Varios agentes, tanto de València como de otros puntos de España, coinciden en el relato: bares que no les sirven café con la excusa de que «la máquina está estropeada», tiendas que no les venden alimentos o restaurantes que rechazan servirles comidas con el argumento de que «la cocina está cerrada». Uno de los últimos relatos que circula en foros policiales es el de un agente valenciano que advierte a sus compañeros de que un gimnasio de Figueres ha recibido presiones por parte de «políticos locales» para que prohíban a la entrada «a todo lo que huela a España, especialmente si son policías nacionales o guardias civiles».

El policía cuenta a sus compañeros cómo la dueña del gimnasio, entre lágrimas, le impide apuntarse bajo el argumento de que «la gente no os quiere ver por aquí». Y cómo luego le explica, tras seguirle hasta el párking para pedirle disculpas «porque ella no comulga con esta situación», que «el día anterior había habido una reunión convocada por políticos locales, que se había reunido a dueños de los establecimientos de la localidad y que había mucha había rabia y mucha tensión, y que ahí le dijeron a los vecinos que todo lo que huela a España no se les va a servir, sobre todo a policías nacionales y a guardias civiles. Me he quedado alucinado. Sobre todo porque en esa reunión había mossos también. Esa gente no son compañeros... Están despreciándonos y acosándonos como lo que sufrió mi padre cuando estuvo en el País Vasco. Lo mismito», concluye.