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Análisis

Relato en construcción del nuevo PP de Bonig

Los errores del Botànic y las controversias en Educación y Sanidad permiten a los populares una agenda propia con la corrupción en segundo plano

Uno de abril de 2017. Isabel Bonig estaba a punto de ser ratificada presidenta del PPCV y aprovechó su intervención en el XIV Congreso Regional para lanzar la siguiente reflexión: «Pido perdón a los valencianos en nombre del partido por los errores cometidos y por la corrupción, pero será la última vez. El PP acaba una dura y difícil etapa e inicia otra ilusionante en la que lo mejor está por llegar». Esta declaración de intenciones no fue improvisada. En aquel momento, Bonig y su entorno ya habían meditado mucho sobre el rumbo del partido tras haber sido despojado de un poder que duró 20 años en medio del lodazal de la corrupción.

Prácticamente los dos primeros años del PP en la oposición fueron un drama sin paliativos. Así lo reconocen en privado muchos dirigentes y la propia Bonig, que no esconde que ha pasado momentos personales muy críticos. El batacazo electoral hundió moralmente a la tropa, pero, además, no había día en que los asuntos turbios no amargaran la vida a los populares y, lo que era peor, hicieran naufragar cualquier intento de vender un nuevo relato, ese que debía relacionarse con un «nuevo PPCV» que había roto con su pasado más negro.

procés català ha permitido, además, a Bonig y los suyos poner la guinda a un aguerrido discurso contra la política educativa del Consell. El decreto sobre el plurilingüismo estaba hace tiempo en su diana, pero lo ocurrido en Cataluña pone balas en la récamara. El PPCV agita el miedo a que la política ligüística en la Comunitat Valenciana y lo que califican como el «adoctrinamiento» en las aulas conduzca a un conflicto similar al que se está viviendo en Cataluña.

El relato del PP en materia educativa y sanitaria se nutre, además, del ideario liberal que los populares abrazaron en las ponencias de su último congreso: más mercado, más iniciativa privada y menos administración. Bonig es una liberal convencida, tanto en lo político, como en lo económico y algunas apuestas del Botànic (reducción de conciertos educativos y rescate de los hospitales de gestión privada) le permiten hacer causa belis.

Este nuevo relato (como se evidenció el viernes en València muy similar al de las FAES de José María Aznar) tiene ciertos riesgos. Es un obstáculo a la vieja aspiración del PPCV de ocupar el centro, ya que el discurso se ha escorado a la derecha. Bonig se siente cómoda con esta etiqueta, pero no todos comparten las formas y el fondo y no sólo por una cuestión ideológica. Estratégicamente, puede ser un error ya que las encuestas constatan que los valencianos se sitúan mayoritariamente en el centro del espectro ideológico. Por esta ubicación pelea el PSPV de Puig.

Además, en un contexto de auge de la extrema derecha, el PP podría, aunque fuera contra su voluntad, acabando siendo refugio para un sector residual, pero claramente tóxico.

El relato en construcción del PPCV tiene además aún páginas en blanco. El discurso del no también se agota. El propositivo cuesta más de armar y también de vender a la sociedad. Bonig repite a menudo que la bandera social no es propiedad de la izquierda, pero convertir al PPCV en el partido «de los trabajadores» es un reto complicado.

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