La guerra, las epidemias y los desastres naturales provocan que millones de personas se hayan visto obligadas a migrar para huir de una realidad que compromete sus vidas. Y las mujeres son, de nuevo, las principales víctimas: además de las dificultades propias de los precarios viajes, acaban sufriendo agresiones sexuales y otras violencias por el mero hecho de su género.

Así, a pesar de ser las que soportan el peso de estas comunidades migrantes, según Mila Font, delegada de Médicos sin Fronteras (MSF) en la Comunitat Valenciana, "las mujeres sufren el dolor añadido de ser la principal arma de guerra en lugares como El Congo o Chad" tras sufrir múltiples violaciones en el camino hacia el país de destino, convirtiendo esta "ruta de esperanza" en una "senda de tortura". De hecho, según Font, las mujeres migrantes han comenzado a tomar anticonceptivos mucho antes de iniciar el viaje, sabedoras de la suerte que correrán.

Para colmo, esas violaciones las protagonizan muchas veces los propios familiares. Incluso cuando no están migrando. Así, en Tari, una ciudad del sur de Papúa Nueva Guinea, el equipo de MSF atiende unas 150 consultas médicas al mes, de las cuales ocho de cada 10 se deben a agresiones intrafamiliares.

Por esta razón, MSF inauguró ayer la exposición 'Sin ellas no hay futuro' en el claustro de la Nau de la Universitat de València, donde fotografías y vídeos de Martina Bacigalupo, Patrick Farrell, Kate Geraghy y Sydele Willow Smith muestran la realidad de mujeres como Chantal, Sylvie, Marlin Yvonne o Edna que, en contextos de crisis humanitarias, se enfrentaron a urgencias obstétricas, fístulas a raíz de un mal parto, agresiones de sus propios maridos, embarazos tras una violación o la transmisión a sus hijos e hijas del VIH.

Según la ONG, cada día, 800 mujeres pierden la vida por complicaciones en la preñez, el parto o el aborto tras un embarazo fruto de una violación: en Puerto Príncipe, Haití, las mujeres se medican con misoprostol para interrumpir el embarazo. Al comprarlo, la mujer no reciben ningún tipo de información sobre la dosis que deben tomar, ni sus efectos y, por supuesto tampoco tendrán un seguimiento médico. Sin embargo, están obligadas a tomar el tratamiento si no quieren ser rechazadas por la comunidad.

Asimismo, unas 100.000 desarrollan fístula obstétrica, una lesión abierta entre la vagina y el recto que resulta devastadora para la mujer, ya que, además de los problemas de salud que acarrea, son expulsadas del hogar y apartadas de la familia.

El 40 % de las embarazadas con VIH transmiten el virus a sus hijos por "carecer de unos tratamientos sencillos y económicos que podrían salvar la vida de cada una de ellas", reflexiona Font. Y añade: "Sufren la doble e impune violación de una cultura que penaliza a la propia víctima con el fin de legitimar la violencia estructural tras fomentar la culpabilidad individual".