La astrofísica norirlandesa Jocelyn Bell (Belfast, 1943) es un símbolo de la discriminación que sufren las mujeres en la ciencia. En el verano de 1967, cuando con 24 años era una doctoranda de la Universidad de Cambridge, detectó la primera señal de un púlsar mientras trabajaba en un radiotelescopio diseñado para estudiar esas lejanas fuentes astronómicas de energía electromagnética que son los cuásares. Sin embargo, siete años después la Academia Sueca concedió el Nobel de Física por este hallazgo a Antony Hewish, director de la tesis Bell, y a su director del departamento Sir Martin Ryle, obviando la contribución de esta brillante investigadora al descubrimiento de los púlsares o estrellas de neutrones muy masivas de rotación extremadamente rápida.

Esta falta de reconocimiento generó una gran controversia en la comunidad científica que aún sigue latente 50 años después. La Universitat de València (UV) hizo ayer justicia con Bell al nombrarla doctora «honoris causa». La astrofísica incidió en que la presencia de mujeres en los departamentos académicos «los hace más resistentes, más fuertes y más competentes».

«Dado que no hay muchas mujeres en el campo de la física y de la astronomía en mi país, me alegro que hoy concedan este título a una mujer astrofísica. En mi país, hemos tenido que luchar durante mucho tiempo para conseguir la plena aceptación de las mujeres científicas, pero las cosas empiezan a cambiar. Por supuesto, esto supone también un gran cambio para los hombres», añadió Bell en el Paraninfo de la UV.

Actualmente, es presidenta de Royal Society of Edinburgh y de la Academia Nacional de Edimburgo, y no ha rehuido, en su discurso, los temas de la máxima actualidad: «Escocia siempre ha estado muy unida en Europa, independiente de Inglaterra, y desearía quedarse en Europa. Pero, tristemente, el Reino Unido abandona la Comunidad Europea. Una vez más, existe una voz fuerte a favor de la independencia de Escocia. No sé cómo acabará esto. Entiendo la reticencia de España a aceptar a países separatistas, y esto influirá indudablemente en cualquier decisión escocesa. Sin embargo, me gustaría destacar los vínculos fuertes y de larga duración que Escocia tiene con Europa, y cómo la Universitat está reforzando hoy estos vínculos»

La laudatio ha sido leída por Pascuala García Martínez, profesora de la Facultad de Física de la UV, quien subraya que Jocelyn Bell «es consciente que es un modelo para muchas mujeres y niñas». «Ha luchado por la igualdad, por los derechos de las mujeres, por los derechos humanos toda su vida: 'las sociedades serán más saludables si son más diversas', 'La diversidad rae al corazón de la manera como hacen ciencia las mujeres'», destacó.

«Los premios Nobel -prosigue- suponen un reconocimiento público a la excelencia y la visibilidad en un campo científico determinado y es notorio que el trabajo de las científicas no es reconocido. La media de edad entre las personas honoradas con el Nobel durante la última década se sitúa en los 64 años. En los años setenta y ochenta esta cifra era de 53 años. Jocelyn Bell tenía 31 años cuando se concedió el premio Nobel a Hewish por el descubrimiento de sus estrellas». «Aun así, el no-Nobel en la vida de Jocelyn significará un punto sin retorno y su vida estará ligada a protagonizar uno de los flagrantes casos de discriminación de la mujer en la ciencia», apuntó.

El rector de la Universitat, Esteban Morcillo, agradeció «a todas las personas de la Universitat que están implicadas en un trabajo silencioso pero constante para romper con los estereotipos de género, para avanzar en esa necesaria igualdad efectiva entre hombres y mujeres que es la base para el progreso de la sociedad».