Nadie está preparado para contemplar una escena con tanta crudeza. Y menos aún un niño de 3 años, como el hijo de Jessyca Bravo, que el miércoles tuvo que presenciar la atroz secuencia en la que su padre mató a su madre con cinco disparos en la cabeza y el abdomen. Un trauma así marca de por vida y ahora lo único que se puede hacer es intentar conseguir que este niño que acaba de quedar huérfano sea capaz de canalizar el drama de la mejor forma para llevar una vida lo más normal posible.

El estrés postraumático que le provocará todo lo acontecido los últimos días debe tratarse en diferentes fases, primero comprendiendo la sintomatología que presente como víctima y después restableciendo sus áreas básicas que queden afectadas, como pueden ser el sueño, la alimentación o los hábitos rutinarios. Los psicólogos coinciden a la hora de señalar que el estrés postraumático se manifestará en forma de reexperimentación del suceso, pesadillas, estado de ánimo alterado en base a la ansiedad y los síntomas depresivos, sentimientos de culpa e, incluso, molestias físicas.

"Se tiene que realizar un trabajo de reestructuración cognitiva para que comprenda la excepcionalidad de lo que ha ocurrido y pueda interpretarlo adecuadamente", señala el catedrático Jose P. Espada desde el departamento de Psicología de la Salud de la Universidad Miguel Hernández (UMH). El psicólogo considera que la víctima pasará por etapas como el shock, la negación y la irá hasta que pueda alcanzar una fase de aceptación.

Ante un hecho tan violento, los expertos apuntan como lógico que se produzca una desestructuración emocional. "La incredulidad y la desorientación son habituales en este tipo de casos. Con el tiempo pueden surgir otro tipo de reacciones porque su estructura familiar se ha roto de forma abrupta. No puede haber algo más traumático que esto y es normal es que se tambaleen todos sus cimientos. Ha perdido la principal fuente de apoyo, que son los padres", sostiene la psicóloga Conchi Navarro, del Equipo de Respuesta Inmediata en Emergencias de Cruz Roja.

Desde la misma unidad, María José Lucas asegura que el menor no debe recibir más información de la estrictamente necesaria y que el mensaje debe adaptarse a su capacidad de entendimiento. "Hay que regular los datos que se le dan y nunca hay que mentirle ni utilizar eufemismos como que su madre está en el cielo o que ahora es un ángel. Las pistas sobre lo que necesite saber las irá dando el propio niño con el paso de los años y las preguntas que vaya haciendo", añade.

En la UMH, la profesora titular de Terapia Psicológica Infantil Mireia Orgilés aboga por hacer uso de juegos o dibujos para hacer frente al estrés postraumático. De esta forma se ayudaría al menor a expresar sus emociones y se podría intervenir la sintomatología específica que se espera que presente en el futuro. Como sus colegas, Orgilés también apuesta por adecuar la información que se le suministra a su edad y su desarrollo cognitivo. Estos datos deben ser transmitidos por las personas más cercanas al niño, aquellas en las que pueda confiar plenamente.

El tiempo también juega un papel fundamental en todo lo ocurrido, como apunta Espadas. En una situación tan grave como esta, en la que han muerto los progenitores de forma violenta, el catedrático considera que habrá que hacer un seguimiento del caso hasta que el protagonista alcance la etapa adulta.

Reprocesar lo ocurrido y entender que lo sucedido es un hecho muy inusual que no debe alterar la percepción del mundo son otras de las claves para que el hijo de Jessyca Bravo no quede traumatizado de por vida ante el trágico final de su madre. Recordarla con dolor, por último, no es incompatible con que pueda llegar a alcanzar la felicidad.