1. Romper el tabú, tener la capacidad de afrontar los episodios violentos que los niños han sufrido en el ámbito familiar es el primer paso para recuperar una perspectiva equilibrada sobre la realidad. El hogar es el ámbito privado ajeno por excelencia al control social. Es esencial que los menores sean capaces de superar miedos y vergüenzas para poder expresar sus vivencias más íntimas en las situaciones más dramáticas y tener así la capacidad de asumirlas como propias.

2. Enseñar técnicas de autoprotección. La familia es el primer núcleo de socialización para los niños. Cuando los pequeños viven la violencia como estrategia natural para resolver conflictos o imponer criterios, adquieren hábitos torcidos. La segunda estrategia para intentar recuperar la normalidad pasa por enseñar a los menores técnicas de autoprotección, enseñarles fórmulas para que sean capaces de resolver conflictos sin necesidad de recurrir a la violencia o la agresividad ciega.

3. Mejorar su autoestima. Los menores que asisten callados a los episodios de violencia en el hogar buscan hacerse invisibles, sienten que nadie se interesa por ellos, se consideran absolutamente prescindibles. Trabajar la autoestima, ayudarles a recuperar la capacidad para sentirse queridos por sí mismos, para soñar con la posibilidad de alcanzar algo mejor porque son capaces de imaginar que se lo merecen es la tercera estrategia para devolver a los niños una perspectiva correcta sobre el mundo.

4. Favorecer experiencias positivas. La última estrategia que cultivan los psicólogos que trabajan en el ámbito de la terapia familiar para intentar devolver a los menores a lo más parecido a la normalidad consiste en favorecer las experiencias positivas. Una vez roto el tabú, cuando los menores son capaces de expresar sus emociones, es esencial que sean capaces de compartirlas, siquiera someramente, con la familia extensa, con sus compañeros de deportes, con los colegas de estudios.