Tambores y más de 70.000 latidos de corazones encendidos retumbaron ayer al mismo ritmo. Latidos de mujeres y hombres que ayer flanqueaban las calles de València en la marcha con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género. Entre los asistentes había madres y padres, hermanos y hermanas, familiares y amigos de víctimas, pero también miles de valencianos que ayer se echaron a las calles de València en la manifestación contra la violencia machista más multitudinaria que se recuerda.

Allí también estaban ellas. Mujeres que se han cansado de vivir atormentadas. Fuertes, libres, persistentes y con alma arrojadiza clamaban, con un cierto aire de impotencia, pero con esperanza: "¡Basta ya! Vivas nos queremos". Y gritaron: "Vivas, libres y rebeldes". Pero también se manifestaron con el silencio de una tumba. Como las que encierran el cuerpo de Irina, Margaret, Gloria Amparo, Dolores Correa, Jessyca Bravo y Maia Larisa. El nombre de las seis mujeres valencianas a las que sus maltratadores les arrebataron la vida en el transcurso de los últimos once meses. Su recuerdo se unió también al de las 48 mujeres asesinadas en toda España. Así, "por las que están, las que no están, por las que peligran", las asistentes a la manifestación colgaron de su pecho las esquelas de las asesinadas. De esta forma, Loli Leal le daba voz a Encarnación Carlero, asesinada en junio; mientras Lola Pérez, mostraba la vida robada, en marzo, de Erika Lorena; y Dolores Manrubia visibilizaba el asesinato, en abril, de Andrea Violeta.

Con el final de la marcha, sus nombres fueron clamados uno tras otro, acompañados de un seco golpe de tambor, mientras los asistentes, vestidos con los colores insignia de la marcha (negro y violeta), depositaban en el suelo las esquelas que habían llevado durante el recorrido, creando una alfombra "más grande de lo que quisiéramos", lamentaron los que no pudieron contener las lágrimas, mientras otras mujeres anónimas dejaron flores sobre la tumba que conformaban las 48 vidas robadas.

Sus vidas se unieron, también, al recuerdo de las mil mujeres asesinadas que el machismo ha ido dejando desde 2003 en toda España. Catorce años y mil vidas robadas. Las asistentes a la manifestación de ayer miraban con la rabia de quiénes llevan décadas combatiendo por una calma que no llega.

La pregunta fue evidente: ¿Qué falla? Y para ellas la respuesta fue clara: "educación", "falta de endurecimiento de las condenas" y, la base, "un sistema sociocultural patriarcal que refuerza la desigualdad". Otra de las principales críticas fue la permisión de la custodia compartida con el maltratador: "¿Qué ejemplo puede tener un niño que ha visto a su padre golpear a su madre día tras día?", denuncia MªÁngeles Micó.

Pero hay una esperanza: la de personas, como las que participaron ayer en la marcha, que están dispuesta a señalar cualquier forma de violencia machista y anima al resto a hacerlo.

Así, según Ángeles Coza, "el poder de la sociedad unida es capaz de derrumbar el machismo imperante que permite campañas que continúan educando a la víctima a no ser violada, en lugar de enseñar al maltratador a no matar". En la misma línea, en la manifestación, que comenzó a las siete de la tarde en la Plaza de Alfons el Magnànim hasta llegar a la Plaza del Ayuntamiento, y que fue convocada por la Coordinadora Feminista de València, se incluyó también la petición de dotar de prioridad a las políticas de prevención, que se eliminen las trabas para que las mujeres inmigrantes puedan acceder a las medidas de atención general y que los medios de comunicación se comprometan en la lucha contra este tipo de violencia, evitando el sensacionalismo morboso y el uso del lenguaje sexista.

"Hay que resurgir de las cenizas, porque se puede"

María también quiso participar en la manifestación contra la violencia machista. Ella, como las mujeres que la acompañaban sujetando el cartel de Lilith (Asociación de sobrevivientes a la violencia de género), sufrió el maltrato y el odio de quien decía quererla. Fue el primer engaño, junto con el chantaje emocional y el control. Después la violencia física entró a golpes en su vida. Denunció y lo dejó, pero la ley permitió que su maltratador consiguiera la custodia compartida de sus hijos. Diez años después aún se emociona cuando lo recuerda: "El sistema aún no nos respalda. Aunque me armé de valor y me enfrenté al maltrato, la ley ha permitido que él vea a mis hijos, que viva con ellos. Esto no ayuda, no permite que te puedas desvincular de tu agresor nunca". Y es que asegura que "la sociedad educa en la revictimización de la mujer" y denuncia: "Es necesario que ninguna mujer maltratada sienta vergüenza por ello. La vergüenza tiene que cambiar de bando".

De esta forma, quiso dejar claro que "de la violencia machista también se sale". Y es que reiteró que, tanto ella como sus compañeras, son sobrevivientes, mujeres fuertes que, tras la pesadilla vivida, consiguieron empoderarse y vivir.

Así, María anima a las mujeres a que sean ellas mismas las que rompan el silencio, aunque pidan ayuda si lo necesitan: "Hay que llenarse de amor propio aunque nos lo hayan destrozado. Hay que resurgir de las cenizas, porque se puede".